1.-Me acuerdo a menudo de Montserrat Roig. Supongo que debería ponerme pedante aludiendo a su obra. Por ejemplo, a su mítico Els catalans als camp nazis. Pero, ya desde su programa televisivo Personatges, nos transmitió otra cosa que los años irían confirmando. Algo así como una educación sentimental, una huella que va más allá de lo escrito, una manera de ser que –con toda seguridad- no era una pose. Uno de los artículos incluidos en Digues que m’estimes encara que sigui mentida comienza con la cita de un verso de Narcís Comadira y, una vez leído, me lanzo a buscar su contenido íntegro, convencido de que tampoco esta vez nos ha fallado Montserrat.
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2.-El poema se llama “Les ciutats”. Es de estructura sencilla. Para los que tenemos el mal de la piedra, es un eficaz recordatorio de la triste materia que, efectivamente, forma la realidad urbana. He confeccionado una traducción elemental en la cual, como toda traducción de poesía, seguro que -como mínimo- ya se ha perdido algo de ritmo. Las traducciones poéticas perfectas sólo le salen a Marcel Riera.
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….3-
Narcís Comadira
Les ciutats
He llegit que Morosini,
general ambaixador
de Venècia, volgué
endur-se les escultures
del frontó del Partenó.
Va fer muntar una bastida,
hi va fer grimpar els esclaus
i, en el moment més difícil,
algun puntal va fallar.
Caigueren homes i estàtues.
Decebut, el general
va abandonar el seu projecte.
Ell les volia senceres.
Els trossos allà escampats
varen servir per fer cases.
Molts savis han meditat
sobre el sorprenent misteri
de poder crear bellesa
a partir d’un bloc de marbre.
Pocs sobre el camí contrari:
treure un carreu escairat
del tors d’algun déu antic,
convertir en grava una Venus,
poder trepitjar llambordes
fetes d’homes sagrats…
Així s’han fet les ciutats:
construïdes lentament
amb pedres que ahir van ser
vides humanes: amors,
sofriments que ningú recorda.
Las ciudades
He leído que Morosini,
general embajador
de Venecia, quiso
llevarse las esculturas
del frontón del Partenón.
Ordenó montar un andamio,
hizo subir a los esclavos
y, en el momento más difícil,
algún puntal no resistió.
Cayeron hombres y estatuas.
Decepcionado, el general
abandonó su proyecto.
Él las quería bien enteras.
Los trozos por allí dispersos
sirvieron para hacer casas.
Muchos sabios han meditado
sobre el sorprendente misterio
de conseguir crear belleza
a partir de un bloque de mármol.
Pocos sobre el camino contrario:
sacar un sillar ajustado
del torso de algún dios antiguo,
convertir en grava una Venus,
poder pisar adoquines
hechos de hombres sagrados…
Así se han hecho las ciudades:
construidas lentamente
con piedras que ayer fueron
vidas humanas: amores,
sufrimientos que nadie recuerda.
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