Bartleby me comenta las investigaciones que ha acometido sobre la noción de excusa, en el seminario de Isra G. La clasifica como una de las bellas artes, una obra creativa que los demás no siempre entienden, pero que funciona muy bien con ese juez supremo que es uno mismo. Hay excusas que no pasan el control de calidad y otras que son capaces de elevarse con la ligereza de un colibrí. Bartleby asegura que él no era perezoso (pasó a la historia con su inmortal “preferiría no hacerlo”), sino que simplemente había encontrado una excusa precisa y afilada. Recomendó a Isra que añadiera a sus inacabables listas de introspección un catálogo de las excusas diarias.
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