Diarios dispersos. La opción forzosa del animal político.

         Bartleby aseguraba que Josu de Miguel debía cambiar el título de su reciente libro. Así, “Libertad: historia de una idea” había de trocarse en “Libertad: historia de una ficción”. En efecto, mi impertinente amigo (o, mejor dicho, mero conocido) está muy influenciado por la creciente doctrina científica que niega el libre albedrío. Afirma que es indiscutible que, un segundo antes de que ocurra cualquier cosa, ya están prestos para dispararse todos los vectores de causas con sus respectivas fuerzas, de tal manera que sólo es posible un resultado. En concreto, el que produzca la intersección de flechas de ese momento. Creo que decido voluntariamente que voy a pedir fresas de postre, pero eso es únicamente un producto inevitable de mi herencia genética, de mis informaciones previas, de la disposición de las papilas gustativas en ese instante, etc. Sólo cabe  esa elección.

         Le digo que me parece impecable su razonamiento y le animo a acercarse al primer minuto de la historia humana, allí donde estaba en potencia todo lo que ha ocurrido y todo lo que va a ocurrir. Pero le añado que eso no cambia en nada el debate sobre la libertad que relata Josu de Miguel. Se queda pensando y, no obstante, asegura que su precisión le permite situar al pensamiento político en el campo de las grandes construcciones poéticas, como Borges hacía con la teología, con la mitología y, posiblemente, con casi toda la filosofía.

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