
Estimados lectores: durante unos días, este blog no estará operativo, a causa de un cambio de de plataforma.
*Foto: Jan Rune Smenes-Neite
Entre calles, ordenanzas y libros.

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Ha tenido una cierta difusión este artículo de Benito Arruñada. En algunos aspectos, generaliza en exceso y, en otros, es demasiado simple (quizá por la extensión). Ahora bien, aunque se ha hecho un gran esfuerzo (en algunos centros y docentes, extraordinario) por la mejora de los niveles académicos, no podemos negar que crece la fundada sospecha de decadencia cualitativa en los grados de primaria, secundaria y universitario. Este realidad –que, insisto, debe medirse seriamente antes de llegar a la temida conclusión- procuraría oscurecerse desde arriba con un pesado discurso doctrinal en torno a los valores de la educación y con un ampuloso envoltorio de instrumentos de “innovación docente”.

1.-No deja de maravillarme el nivel de artificialidad y fealdad que impregna ciertas normas jurídicas cuando se les impone la injustificada ortopedia de eso que llaman “lenguaje inclusivo”. El último ejemplar que ha llegado a mis manos es el Decreto vasco 102/2022, de 7 de septiembre, de ayudas a la contratación de personas trabajadoras para el cuidado de hijos e hijas menores de edad. Traduzco para los no iniciados: se trata de las ayudas para la contratación de cuidadores para hijos menores de edad (8 palabras contra 14 del Decreto, un ahorrillo que me vendrá muy bien en épocas de inflación).
Ciertamente, el término “cuidador” es todo un reto para los “inclusivistas”. El Decreto-ley 16/2022 para la mejora de las condiciones de trabajo y de Seguridad Social de las personas trabajadoras al servicio del hogar estuvo ahí vivo y, pese al churriguerismo “inclusivo” que chorrea en su articulado, optó en su disposición transitoria tercera por usar el término de toda la vida. No se complicó:
“ Las bonificaciones por la contratación de cuidadores en familias numerosas que se estuvieran aplicando el 1 de abril de 2023, en los términos previstos en el artículo 9 de la Ley 40/2003, de 18 de noviembre, de protección a las familias numerosas, mantendrán su vigencia hasta la fecha de efectos de la baja de los cuidadores…”
Sin embargo, la cruzada contra el masculino para el género no marcado (ese que tanto daño ha hecho a la humanidad) no puede ni debe soportar un término tan miserable. Algunos defienden que, ante una profesión con clara mayoría femenina (éste sería un buen caso), hay que forzar ya la máquina –antes de que lo haga el uso de los hablantes- y meter en la norma un rotundo “cuidadoras”. Como buenos ingenieros sociales que son, esta solución les excita sobremanera.
Sin embargo, tal mecanismo choca contra un difuso dogma de esta posmodernidad analfabeta: podría estigmatizar a las mujeres como únicos sujetos capaces de desarrollar tareas de cuidado. Reforzaría, pues, un patrón o estereotipo de género que ya existe.
Vamos a ver cómo sale del lío el Decreto vasco 102/2022. Pero antes avisaremos que la norma renuncia a la herramienta primigenia del “inclusivismo”, que consistía en el desdoblamiento ad nauseam. Esto es “cuidadores y cuidadoras”. Como a ellos también les cansa, han optado por “personas cuidadoras”.
2.-En efecto, en el Decreto hay “personas” para todos los gustos: “personas trabajadoras”, “persona solicitante”, “persona empleadora”, “persona beneficiaria”, “persona empleada”,…Incluso aparece por ahí el incorrecto “persona miembro”. La borrachera llega hasta el kilométrico “la persona que ostente la dirección del órgano gestor” en el art. 14 (o sea, el director del órgano gestor) o se relame con la “persona miembro víctima de violencia de género” (¿tanto cuesta decir “víctima de violencia de género”?)
¡Qué cruz! Pero no canten victoria. Se ha mantenido un único desdoblamiento en el Decreto. Se trata de los pobrecillos hijos, que siempre aparecen como “la hija o el hijo”.
Ahora que lo pienso, cualquier día sueltan un “persona hijo”. No, no estoy exagerando. El Decreto ya emplea sistemáticamente “persona progenitora”. Como es sabido, ya no hay padres, ni siquiera padres y madres. ¡Qué digo! Ni siquiera progenitores (cosa que era a veces un tanto cursi). Ahora somos “personas progenitoras”. La obsesión por evitar un masculino genérico –el progenitor- les ha llevado a esta memez de la “persona progenitora”. Ya les dije, señoras y señores, que esto era una auténtica cruzada.
Y, para que vean que no voy desencaminado, en el art. 2 hablan de la “persona menor en régimen de tutela” (y así se evitan “el menor”). Insisto: el “persona hijo” está al caer” -o quizás elucubran con un “persona filial”, para que no aparezca el despreciable hijo-.
3.-En el primer párrafo del primer apartado del artículo 2 tenemos que ayudarles, porque se ha producido una desigualdad inconstitucional que excluye a los adoptantes y a los tutores. Veámosla:
“1.- Las referencias relativas a las personas progenitoras se extenderán a las adoptantes, a las tutoras y a aquellas que tengan atribuida la guarda con fines de adopción o acogimiento permanente de personas menores, y al cónyuge o pareja de hecho que convive con la persona que ostente la guarda y custodia de la hija o del hijo.”
Ah, vale, hay que entender que quiere decir “personas adoptantes” y “personas tutoras” (y ahí ya entran ambos sexos, creo). Hay que seguirles el rollo. Una de las características de eso que llaman “lenguaje inclusivo” es la capacidad de crear textos que no respetan la equidad y que pueden dar más de un susto en manos de un abogado hábil. Por cierto, observen que en el precepto citado se les ha colado un masculino genérico como una catedral: “al cónyuge”. En la jerigonza inclusivista lo lógico sería –me supongo- hablar de “al cónyuge y a la cónyuge”.
Y es que, enlazando con lo anterior, lo cierto es que no es fácil derrotar al genio del lenguaje. En el artículo 12.3 refulgen como un sol “el beneficiario” y “el deudor”:
“3.- Si la ayuda ha sido concedida, no se efectuará pago alguno en tanto el beneficiario no se halle al corriente en el cumplimiento de sus obligaciones tributarias y frente a la Seguridad Social o sea deudor por resolución de procedencia de reintegro.”
Sorprendentemente, a lo largo de todo el Decreto se había optado por “persona beneficiaria”, pero Dios y el diablo habitan en los detalles. De hecho, otro magnífico “deudor” luce en el artículo 14.2. Palabras que se alzan como un humilde David y que vienen a demostrar la innecesariedad pedante de todo el adefesio lingüístico que hemos comentado.
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(Font: aquí. )
1.-Sant tornem-hi! Avui, per escalfar motors, em remetré a un article de Carme Junyent, que en sap molt més i que ha estat per mi un exemple permanent de claredat, valentia i estima per la llengua. Us deixo l’enllaç al final. Però ja imaginareu que, com a picaplets, no podia deixar de comentar el text legal que apareix a l’article citat. Es tracta del Reglament general d’eleccions de la universitat de Barcelona (aprovat pel claustre universitari l’11 de novembre de 2019, modificat el 15 de juliol de 2020 i modificat el 14 de desembre de 2021).
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2.-He vist ja moltes animalades, però reconec que la borratxera, confusió i contradiccions d’aquest Reglament han tocat la meva ànima sensible. No tenim temps d’analitzar-ho tot, però us avanço que vaig començar a llegir-lo i semblava un text benemèrit del segle XIX. Així, a l’article 4 i a començament del 5 ens parla de “els ajudants”, els “electors” (sobre això hem de parlar perquè aquesta paraula no la dupliquen mai al llarg de tot el reglament), “tots els estudiants” (i ens estalviem l’horrible “tots i totes”), “investigadors predoctorals” ( feia mesos que no veia el genèric d’investigador a la meva facultat)…
Però el legislador se’n adona i, a l’article 5 ja comença a disparar uns quants “alumnats” i, després, segueix duplicant segons li rota. Així, un contundent “interventors” apareix al flamant títol de l’article 15, però al cos del text (número 1,2 i 3 del mateix article 15) agafa aire i desdobla com un boig: “interventor o interventora”, “interventor o interventora”, “interventor o interventora”…Tampoc li servirà de gaire, perquè la proposta d’interventor o interventora només la poden fer “els candidats” (art. 15.1). Algú li devia dir però ja tenia pressa, no ho canvia i ho intenta arreglar a l’art. 19.1, on parla de “candidat o candidata”. Però es torna a dormir a la palla i , a l’article 50, toca el cel ficant directament en un sol article la paraula “candidats” -fins i tot “els candidats”- en sis ocasions (és pràcticament una frase darrera l’altra). Ai, ai, que les dones no poden ser candidates…Se’n adona i a l’article 77.4 torna a prendre la pastilla i parla de “candidat o candidata”, però li entra una amnèsia immediata i al 77.5 només parla de “el candidat”.
Bé, parem màquines. Ja cansa. Qui vulgui seguir el ball, ho pot intentar amb el darrer incís de l’article 72.1 del Reglament, que és un prodigi de descoordinació i imprecisió lingüística. A mi m’agrada molt també el xurro de l’article 12.e), que considera que és competència de la Junta Electoral Permanent “en les eleccions a rector o rectora acreditar els interventors [ coi –perdó- si heu duplicat el rector per què no ho feu amb l’humil interventor] de les meses electorals sol·licitats pels diferents candidats [ja us he avisat que “les candidates” apareixien segons li venia], fer l’escrutini final, i proclamar les candidatures i els resultats”.
3.-Un tema important. Al llarg del reglament apareix un munt de cops la paraula “elector” – o el plural “electors”-. És lògic perquè ens referim a un reglament electoral. Ja hem vist que amb els altres substantius rellevants es fan duplicacions i desdoblaments. Una mica a la babalà i amb molts oblits, certament, però el legislador de la Central ens clava uns quants “rector o rectora”, “interventor o interventora”, “candidat o candidata”…En canvi, amb “elector” es manté impertorbable al llarg de tot el text. Tampoc apareix enlloc per amorosir-ho una mica el pedant “persona electora”. Res.
La conseqüència està clara: les dones no poden votar a les eleccions convocades a la Universitat de Barcelona. Ras i curt. No són electores. Així acaben les gracietes del que diuen “llenguatge inclusiu”. Allà on siguin, Clara Campoamor i tantes altres estaran entusiasmades. Sort que ara em ve al cap el principi d’interpretació constitucional de tot l’ordenament i podem arreglar aquesta desigualtat flagrant.
Ja estic sentit una veu burleta que em diu que no cal tota aquesta faramalla jurídica, home, que ja s’entén que “elector” inclou també les dones. Hi estic d’acord. Exactament de la mateixa manera que, en un context genèric, “rector” inclou rectora, “interventor” cobreix les interventores, etc. En resum, no calia tota aquesta pesadesa de les duplicacions, dels “alumnats” i “professorats”, de les “persones candidates” i tot el gaspatxo habitual.
No crec que la Universitat de Barcelona –“la Central” de tota la vida- hagi superat el nivell estilístic del Reglament de Veterinària de la UAB. Però fa feredat veure aquestes mostres de la universitat catalana més rellevant. Fins i tot, quan tots sabem que els claustres de filologia de la Central –tant en català com en castellà- van tenir un prestigi llegendari. Sic transit gloria mundi.
I, ara sí, el premi d’avui: “M’autoinculpo”, de Carme Junyent[1].

–Sábados exclusivos. Mejor el juglar que el charlatán
–Dissabtes exclusius. Catalans! Sense embuts.
–Sábados exclusivos. Las palabras solteras.
–Dissabtes exclusius. Els pares han de protegir els fills.
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[1] Hi ha una petita imprecisió al text en la referència inicial a l’article 9.1 del Reglament General d’Eleccions de la Universitat de Barcelona. Aquest article diu el següent:
“9.1. La Junta Electoral Permanent de la Universitat de Barcelona, els acords de la qual exhaureixen la via administrativa, és designada pel Consell de Govern i està composta per:
a) dos catedràtics o catedràtiques de l’àmbit del dret, un dels quals la presideix,
b) un professor o professora permanent,
b)[sic] dos estudiants,
c) un representant del personal d’administració i serveis,
d) el secretari o secretària general, que ho és també de la Junta Electoral Permanent.”
De tota manera, les contradiccions i confusions que denuncia l’article es mantenen, de tal manera que les dones que estudien o que formen part del “personal d’administració i serveis” no poden formar part d’aquest òrgan. Cal procedir, com hem fet al nostre article, a una interpretació correctiva.
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1.-Me sorprendió la contundencia de la afirmación de la insigne y destacada civilista Mª del Carmen Gete-Alonso y Calera en su artículo “La visibilización de la mujer en los textos legales (reflexiones sobre la redacción jurídica)”[1]. Después de plantear que, en la confección de los textos jurídicos, “no se empleará la forma masculina, ya singular, ya plural con la excusa de su valor genérico o inclusivo”, precisa que:
“La manera inclusiva correcta es el desdoblamiento de la palabra que puede ser total (hija e hijo) o parcial por medio del artículo o artículos seguidos de la palabra correspondiente (los y las hijas)”[2].
Dejando ahora de lado el debate lingüístico (y el flagrante error de “los y las hijas”), la regla propuesta nos sitúa ante un auténtico trabajo de Hércules o, mejor, ante la limpieza de los establos de Augías, para expulsar con doble lejía la presencia del masculino en cuanto género no marcado.
2.-Pero, como supongo que debía ocurrir con los esclavos egipcios que escapaban a la tarea forzada de edificación de las pirámides, lo cierto es que los mismos defensores de lo inclusivo y de lo desdoblado se escabullen a menudo de su imponente misión de multiplicar siempre por dos. Sin que esto sea un examen de campo, he observado cuatro causas del escaqueo:
a) Un mínimo sentido estético. Hay veces en que uno ya deja de recargar el párrafo y vuelve a la normalidad. No suele ocurrir en los textos legales, pero sí cuando aquellos defensores que hemos citado presentan sus propios trabajos profesionales o científicos o cualquier otro texto en el que consideran que la fealdad y la confusión han de tener un límite.
b) La pereza y el despiste. Esta razón es mucho más importante de lo que se cree. A los paladines del “inclusivismo” se les escapan por todos lados masculinos genéricos. No se puede estar en todo y ya hemos visto en esta sección que a menudo se da una de cal y treinta de arena, sobre todo cuando hay que ir al grano y conviene transmitir un mensaje claro e inmediato. De ahí que la profesora Gete-Alonso advirtiera que, en la redacción de la regla jurídica, “es importante evitar: […] 2)Iniciar la redacción de un texto empleando una reducción inclusiva y dejarlo de lado enseguida, es decir, no continuarla.”
c) El prejuicio decimonónico. La verdad es que no se me ha ocurrido otro nombre, pero el concepto es fácil de entender. Habrán observado ustedes que hay palabras para las cuales siempre hay unos labios que duplican. Por ejemplo, “ciudadano o ciudadana”, “alumno o alumna”, etc. En cambio, nadie se esfuerza en hablar, por ejemplo, de “el defraudador o la defraudadora”, “el asesino o la asesina”, “el sancionado o la sancionada”, etc. Jamás he oído aludir, por cierto, a “los terroristas y las terroristas”. Me reconocerán ustedes, si son sinceros, un cierto tufillo de género. Como se decía hace ya dos centurias, “una señorita no hace estas cosas”.
d) El sentido del ridículo. Tomemos, por ejemplo, un recio concepto civil: “el tercero hipotecario”. No conozco ningún juez ni registrador de la propiedad que, por culpa de ese masculino para el género no marcado, haya dejado de dispensar a una fémina la protección que ese vocablo representa. La verdad es que no me imagino al legislador iniciando el precepto con este sintagma: “el tercero hipotecario o la tercera hipotecaria…” (una construcción totalmente innecesaria). Por supuesto, se podría discutir la incidencia social y jurídica de las reglas matrimoniales o sucesorias o de las prácticas económicas en el quantum de propiedad que disfrutan las mujeres, pero esto no tiene nada que ver con la pacífica vida de nuestro tercero en los folios registrales.
3.- Queda acabado por ahora nuestro análisis causal. Les invito, no obstante, a colaborar con este humilde investigador aportando más palabras que, sin saber por qué, nadie desdobla y permanecen huérfanas y felices sin la cargante duplicación.
[1] En ESPUNY TOMÁS, M.J., VALLÉS MUÑÍO, D. y VELO I FABREGAT, E.: “La investigación en Derecho con perspectiva de género” (2020).
[2] P. 138.
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Artículos relacionados: sábados exclusivos: dissabtes exclusius.

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Estimats lectors: aquest quadern i la seva secció habitual («Dissabtes exclusius» o «Sábados exclusivos») tornaran el 13 de juliol.
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