Carme Junyent, que seguirà sent imprescindible.

  Foto:aquí*.

          1.-Feia molt temps que em preocupava això que en diuen “llenguatge inclusiu”. Però l’impuls per atrevir-me a escriure sobre aquests trastos i fins i tot per a ficar-me en algunes batalles va venir dels articles i reflexions que feia sovint a la premsa Carme Junyent, una magnífica lingüista. Encara em vaig engrescar més quan va editar el 2021 Som dones, som lingüistes, som moltes i diem prou. Prou textos incoherents i confusos. Canviem el món i canviarà la llengua. Un professor d’Història de l’Art i bon amic em va comentar que havia comprat cinc exemplars del llibre i que els anava repartint als administratius i als caps de l’oficina quan li venien amb la cançoneta.

            La paraula està potser massa gastada però, evidentment, Carme Junyent era un referent. Escoltava sovint aquesta frase entre els companys:  “Sí, conec la Carme Junyent”, “No t’amoïnis, jo estic amb la Carme”, “Jo tinc el llibre de la Carme…”. Valenta, clara i constant. Una font d’inspiració i d’informació  permanent per a aquest quadern.*

            2.-Carme Junyent va ser l’ànima del Grup d’estudi de les llengües amenaçades. Era un treball que em sorprenia, potser per la meva inclinació cap a la utopia abstracta d’una llengua única, prebabèlica, una espècie de “sistema mètric decimal” aplicat a la parla (potser avui l’anglès, no ho sé…). Amb ella vaig comprendre l’altra cara de la moneda, el lligam de la llengua amb regions profundes dels éssers humans. No és senzill articular el multilingüisme i per això hauríem de deixar més espai als experts.

            3.-No la vaig conèixer personalment. Només vam intercanviar alguns missatges electrònics per a comentar alguna escaramussa o anotar una nova publicació. M’agradava la seva serenor precisa  a les entrevistes i conferències que apareixen a you tube. Darrerament, l’anava seguint a Vilaweb, on ara entenc el títol del seu darrer llistat del seus articles –“No patiu per mi”-, dedicat a fer memòria d’alguns restaurants que havia conegut. És aquí on ha aparegut el seu article pòstum, “Morir-se en català”.

Implacable i punyent, aquest setembre tot just encetat, aquest  parany “dels dies allargant-se/quan l’estiu ja llangueix i vol i dol,” com cantava Marià Manent. La tristor que arriba i també l’alegria per l’obra ben feta “i aquest engany de nova primavera,/amb flaires de raïms i amb el traüt/ de la verema riallera”. Gràcies, Carme.

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El pulpo aterrado.

            “Dado que no hay un “partido central” ni una autoridad general aceptada, dado que cada tribu impone sus normas de modo arbitrario y sin consenso con las demás, la dinámica de la corrección política es desordenada y tentacular, y entra a mendo en contradicción. De todas formas, hay que subrayar que su aparato lingüístico es solamente la cara visible de una corriente mucho más profunda que interpreta la cultura como un territorio lleno de peligros.”

                                    Juan SOTO IVARS,  La casa del ahorcado. Cómo el tabú asfixia la democracia occidental (2021).

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Examen de recuperación (III). En el adiós de Rosendo Gervilla. Un respeto.

En el adiós de Rosendo Gervilla. Un respeto.

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         Hay, en primer lugar, una Historia del Poder: en el rostro supremo acuñado en la moneda, en la commemoratio labrada en la piedra, en el hito que proclama la victoria militar…Las aisladas señas de la memoria que iban los imperios salpicando por las tierras se hicieron, lógicamente, mucho más sistemáticas con la irrupción y perfeccionamiento del Estado. Cuentan las crónicas que se ha alcanzado ya un nivel realmente totalitario, decidiendo el Poder qué debe ser olvidado o mantenido, reorganizando día a día el pasado desde los planes educativos (cada vez más arbitrarios) y desde los programas para el premio y la subvención.
         Es verdad que, desde Herodoto, Occidente fue acercándose al ideal de una historia objetiva. Jamás logró ser una ciencia, ciertamente, pero, al menos, se fue alejando de la pseudociencia y de la narración interesada. Todos hemos conocido a algún sabio sensible y erudito, a algún hombre honesto desentrañando un archivo. Esperemos que resistan.
         Finalmente, algún lugar ha de darse a los recuerdos de cada uno que funcionan también como alimento colectivo. Me pasó hace unos días, cuando leí el nombre: “Gervilla”. Me acuerdo perfectamente. Era el apellido de un héroe, que dio su vida (y esto es textual) por todos los que, en los años de plomo, nos movíamos por una Barcelona que era objetivo habitual de ETA. Gracias al escrito que ahora transcribiré, supe que detrás de aquel héroe había –como mínimo- dos más (un padre y una madre). También David Gervilla, claro, que ha tenido el acierto de publicar esta reseña en Linkedin. Le pedí permiso para añadirla aquí, ya que la vida de Rosendo, su padre,  era un puntal para la historia de todos y, además, con este humilde gesto podía agradecer, aunque fuera mínimamente, la contribución de este puñado de héroes a nuestra vida en común.

   «Rosendo es un ejemplo de libro de cómo las dos Españas -tanto la casposa y fascista, como la moderna y pseudo-democrática; oligárquicas las dos hasta la náusea- han intentado igualmente helar el corazón a algunos afortunados. Y de cómo la resiliencia humana es casi infinita.

De entrada, digamos que el nacer en una familia rural, anónima y paupérrima, en agosto de 1936, en las Alpujarras granadinas, limitaba ya algo sus opciones de futuro. Por quitarle, le traspapelaron sin solución hasta su apellido paterno, que mira que ya es quitar.

Tras una infancia en Bérchules ayudando a su padre en el pastoreo y sin haber pasado más de unos pocos meses en la escuela, toma solo con doce años un tren a Barcelona para huir del hambre y la miseria. Un tercio de sus hermanos y hermanas no llegarán a la adolescencia y él apenas volverá a ver a su madre. Allí, en escuelas nocturnas acabará una formación básica.

A principios de los sesenta, recién casado, emigra solo a Alemania donde trabajando como soldador a destajo perderá la visión de un ojo. Su esposa le acompañará años después y en Nuremberg nacerá su hijo Miguel, al que llevarán a la guardería en un cochecito repleto de bolsas de agua caliente entre temperaturas bajo cero. En 1968, decidirán volver a Barcelona, a pesar de la insistencia en contra de sus jefes, compañeros y amigos alemanes.

En los ochenta, el desgaste de años de esfuerzos físicos desmesurados le provocará una grave hernia discal y tendrá que jubilarse anticipadamente. El año 2000, el terrorismo caviar etarra asesinará a su primogénito. Su esposa nunca llegará a superar esa tragedia y morirá poco después. Durante la crisis de 2008 y con el beneplácito vergonzoso del Congreso de los Diputados, perderá gran parte de sus ahorros en la estafa de las preferentes.

Y a pesar de todo, Rosendo ha seguido derrochando alegría, humildad, empatía, inteligencia, generosidad, con todos los que le han rodeado.

Qué privilegio poder estar a tu lado ahora, frente a pandemias y carcinomas, luchando aún valientemente para no marchar sin resistencia hacia esa noche eterna. Tu resiliencia me seguirá inspirando hasta el último de mis días.

Gracias por tanto. Te quiero, Papa. Siempre.»

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Diarios dispersos. Milei.

Foto:123RF

En el mes de noviembre del año 2019, se me ocurrió preguntar en una librería de la Avenida Corrientes de Buenos Aires si tenían algún libro de Agustín Laje. El librero, muy serio, me contestó: “No, aquí no tenemos nada de ese señor, ni tendremos”. Por aquel entonces, yo ya había leído con entusiasmo El libro negro de la nueva izquierda. Ideología de género o subversión cultural, que Laje había escrito con Nicolás Márquez. Es un magnífico libro de combate, un resumen del tablero y un vocabulario que, en el año 2016 (que fue cuando se publicó el libro), era una novedad para muchos de nosotros.

Como suele ocurrir, consulté algunos videos en you tube de Laje y Márquez, que hacían emisiones juntos o por separado. Lage, un  estudioso infatigable y agitador, con una retórica temible. De hecho, no he visto a nadie capaz de superarle dialécticamente en vivo. Márquez, con más retranca, duro, con implacable ironía, especialista en desbrozar la superchería de las fábulas biográficas de la izquierda iberoamericana, desde los montoneros y los mitos setentistas de la Argentina hasta el Che Guevara y Allende.

En alguna de las filmaciones aparecía un jovencísimo Javier Milei y su defensa viva y alegre del capitalismo en una Argentina gangrenada por el estatismo peronista. Discrepaba en algún punto de Laje y de Márquez, pero les unía una voluntad regeneracionista realmente atractiva. Milei saltaba incluso por encima de Hayek y se bañaba a veces en las playas nudistas de los libertarian norteamericanos.

            Hoy Milei ya está en primera línea de fuego. No sabemos cuál será su evolución y, sin duda, no le esperan asaltos fáciles en el durísimo cuadrilátero de su gran país. Pero tiene un mérito innegable: ha entrado en los feudos populares de la izquierda con un discurso basado en el mercado y en la libre iniciativa. De este modo, se suma a otras tendencias que, desde diferentes perspectivas, están rompiendo el marco progresista dominante. Por ejemplo, el Frente Nacional avanzando en la banlieue y dándose el lujo de heredar al viejo PCF con un discurso basado en el patriotismo y el orden. O  Giorgia Meloni, atenta a la realidad estratégica (como buena italiana que es), pero con un conservadurismo tranquilo y desacomplejado.

            El papel de los medios de comunicación es ya patético. Todo es “ultraderecha”, “extrema derecha”, “fascismo”… Han manoseado tanto esas palabras, que ya no significan nada, como si fueran la etiqueta de conservantes y aditivos que nadie lee. El piloto automático que el establishment había programado para sus rotativas hace aguas por todas partes.

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Diarios dispersos. Argentina , otra vez.*

El elixir antiparlamentario en el corpus del Derecho público*.

Diarios dispersos. De ellos es el Reino de los cielos.*

Aforismos (II). Rutina instintiva.

[Aforismos (I). Fueron ]

Esta frase de Simone Weil citada por Trapiello, con la experiencia de nuestra guerra civil: “Tan pronto como los hombres saben que pueden matar sin temor a represalias, empiezan a matar, o al menos, animan a los asesinos con sonrisas de aprobación». Sobre todo, subrayo la segunda parte de la frase. El poeta Fonollosa nos instruiría luego sobre lo natural que es matar.

Y, sin embargo, aún confío en que eso son sólo episodios aislados o puntuales conjunciones astrales. Decía medio en broma don Agustín García Calvo que, si descendemos del mono,  algo habremos heredado de su carácter sobón, algo rijoso, y de sus risotadas.

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Violencia política

Recuerdo, hace ya muchos años, unas lecturas sobre los presidentes de los Estados Unidos asesinados (o que sufrieron intentos de asesinato). El magnicidio era, simplemente, una jugada más en el tablero de la política. También podríamos repasar, por cierto, nuestra propia historia de los siglos XIX y XX. Pero esta grabación ha superado la huella que me dejaron los libros.

Agradezco a Alejo Schiapire y Gustavo Noriega el rescate del documento.

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Kevin Spacey y nosotros (y II).

Foto: Chicago downtown.

[Kevin Spacey y nosotros (I)]

            Stone (citado en la entrada anterior) nos había dicho que  estábamos, en American Beauty, ante la “irónica caricatura de una disfuncional suburbanización”, una descripción de las típicas formas de vida de las periferias norteamericanas o suburbs. Por mi parte, anoté lo siguiente:

            -“La relación entre la estructura del territorio y la vida de los personajes es transparente a lo largo de todo el film. El director construye así su particular crítica a esta manera de ser de las personas y de los lugares. De ahí que la historia se salpique con las señas de identidad de toda una época: la fiebre del mercado inmobiliario (la mujer del protagonista es agente de ventas del sector), el vehículo cuatro por cuatro (en torno al cual se aglutinan algunos de los momentos más divertidos), las referencias a la new age y autoayuda…”

            Dicho esto, pensé que la muerte final del protagonista, reconciliado al fin consigo mismo, y la crítica al American way of life nos recuerdan inevitablemente al Willy Loman de la inmortal Death of a Salesman (La muerte de un viajante), de Arthur Miller.

            Y, en fin, ya que me he remitido a palabras ya dichas, debo recoger también la opinión del maestro en esto de la arquitectura y del urbanismo, don Luis Fernández Galiano (que también me sirvió en aquellos trabajos):

            “American Beauty remite a las rosas exactas que cultiva Annette Bening y a la cheerleader adolescente  que interpreta Mena Suvari, pero sobre todo se refiere a la ficción dulce y vacía de las urbanizaciones residenciales que materializan la prosperidad satisfecha del sueño americano: una forma de vida con la que entra en contacto el Lester Burnham de Kevin Spacey , víctima trágica y cómica de la equívoca belleza suburbana. “Este es mi barrio, esta es mi calle, esta es mi vida”: sobre una vista aérea de las casas y jardines de la característica ciudad dispersa americana, Lester anuncia su muerte próxima, sacrificado a la belleza letal de una existencia hueca, y esta fácula de la vida suburbana deviene un apólogo moral acerca del ensimismamiento alienado del “chalet con parcela”. En la medida en que ese modelo cautelar empieza a ser el nuestro, el malestar con la belleza inodora de la rosa desarmada es también una parábola cautelar para los europeos que habitan las nuevas periferias.”

            Supe un tiempo después que Kevin Spacey estaba trabajando con Shakespeare a nivel teatral y que siguió cosechando éxitos en otras películas en las que bordaba su saber hacer. Sin embargo, nadie podía prever que aquella muerte anunciada por el personaje que encarnaba iba a ser, en unos años, su propia muerte civil. Ahora anda el hombre recogiendo absoluciones, que poco eco van a tener ya. De hecho, esta entrada sólo pretendía ser una presentación al  documentado y sugerente artículo de Manuel Arias Maldonado, “El silencio tras el disparo” (lo incluyo al final) . 

            Reconozco, pues, que se me fue la mano. Pero aún se me va a ir más. Hollywood fue, en este caso y a través de Mendes, muy crítica con los valores  en los que un día creyó  el personaje Lester Burnham. Aquello se desmoronó. Muy bien. Pues ahora podría ser interesante una película sobre la peripecia no ya del paradigmático Lester Burnham, sino del mismísimo Kevin Spacey, la vida de los nuevos protagonistas del mundo, las consignas, las pequeñas miserias cotidianas, las atmósferas y los ambientes…quizás ahora no ya en el suburb, sino en los selectos barrios de moda o en los exquisitos rascacielos con control de acceso del centro de Nueva York o de Chicago…

            “El silencio tras el disparo”, Manuel Arias Maldonado.*

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Kevin Spacey y nosotros (I)

              No me interesa demasiado el cine. Pero es verdad que disfruté mucho con American Beauty (1999), una película que me fue muy útil para ciertos trabajos sobre la urbanización dispersa[1]. De hecho, los aspectos jurídicos y sociales de la película ya habían preocupado a otros[2].

          Perdonen la autocita, pero recuperaré algunos fragmentos de lo que entonces escribí:

          -“El director del film es el prestigioso Sam Mendes. Su éxito fue inmediato, tanto de crítica como de público. Obtuvo cinco Óscar y fue catalogado muy pronto como uno de los clásicos del séptimo arte. Aparte de los relevantes aspectos formales, desde el punto de vista sustancial la película se enfrentó con diferentes temas. Probablemente, el más llamativo es “la crisis de los cuarenta” del protagonista -un extraordinario Kevin Spacey-, combinado con la recreación del mito de Lolita. Otros comentaristas han señalado, igualmente, la cuestión existencial de la búsqueda de la belleza o el desequilibrio psicológico de la práctica totalidad de los personajes”.

          -“La narración -después de una inquietante escena introductoria- se abre con un bellísimo plano aéreo de un típico suburb, acompañado de la voz del protagonista, que anuncia: “Mi nombre es Lester Burnham. Esta es mi urbanización. Esta es mi calle.  En menos de un año, estaré muerto. Por supuesto, todavía no lo sé. En cierto modo, ya estoy muerto.”

          Casi sin querer, nos vamos acercando a la confusión entre la metáfora de la narración y la misma vida. Seguimos mañana.


[1] AMENÓS ÁLAMO, J.: El mito legal de la ciudad compacta (2015).

[2] STONE, Alan A. : “Appendix: film commentary. American Beauty (1999)”.Legal Studies fòrum, 24 (2000).