Kevin Spacey y nosotros (y II).

Foto: Chicago downtown.

[Kevin Spacey y nosotros (I)]

            Stone (citado en la entrada anterior) nos había dicho que  estábamos, en American Beauty, ante la “irónica caricatura de una disfuncional suburbanización”, una descripción de las típicas formas de vida de las periferias norteamericanas o suburbs. Por mi parte, anoté lo siguiente:

            -“La relación entre la estructura del territorio y la vida de los personajes es transparente a lo largo de todo el film. El director construye así su particular crítica a esta manera de ser de las personas y de los lugares. De ahí que la historia se salpique con las señas de identidad de toda una época: la fiebre del mercado inmobiliario (la mujer del protagonista es agente de ventas del sector), el vehículo cuatro por cuatro (en torno al cual se aglutinan algunos de los momentos más divertidos), las referencias a la new age y autoayuda…”

            Dicho esto, pensé que la muerte final del protagonista, reconciliado al fin consigo mismo, y la crítica al American way of life nos recuerdan inevitablemente al Willy Loman de la inmortal Death of a Salesman (La muerte de un viajante), de Arthur Miller.

            Y, en fin, ya que me he remitido a palabras ya dichas, debo recoger también la opinión del maestro en esto de la arquitectura y del urbanismo, don Luis Fernández Galiano (que también me sirvió en aquellos trabajos):

            “American Beauty remite a las rosas exactas que cultiva Annette Bening y a la cheerleader adolescente  que interpreta Mena Suvari, pero sobre todo se refiere a la ficción dulce y vacía de las urbanizaciones residenciales que materializan la prosperidad satisfecha del sueño americano: una forma de vida con la que entra en contacto el Lester Burnham de Kevin Spacey , víctima trágica y cómica de la equívoca belleza suburbana. “Este es mi barrio, esta es mi calle, esta es mi vida”: sobre una vista aérea de las casas y jardines de la característica ciudad dispersa americana, Lester anuncia su muerte próxima, sacrificado a la belleza letal de una existencia hueca, y esta fácula de la vida suburbana deviene un apólogo moral acerca del ensimismamiento alienado del “chalet con parcela”. En la medida en que ese modelo cautelar empieza a ser el nuestro, el malestar con la belleza inodora de la rosa desarmada es también una parábola cautelar para los europeos que habitan las nuevas periferias.”

            Supe un tiempo después que Kevin Spacey estaba trabajando con Shakespeare a nivel teatral y que siguió cosechando éxitos en otras películas en las que bordaba su saber hacer. Sin embargo, nadie podía prever que aquella muerte anunciada por el personaje que encarnaba iba a ser, en unos años, su propia muerte civil. Ahora anda el hombre recogiendo absoluciones, que poco eco van a tener ya. De hecho, esta entrada sólo pretendía ser una presentación al  documentado y sugerente artículo de Manuel Arias Maldonado, “El silencio tras el disparo” (lo incluyo al final) . 

            Reconozco, pues, que se me fue la mano. Pero aún se me va a ir más. Hollywood fue, en este caso y a través de Mendes, muy crítica con los valores  en los que un día creyó  el personaje Lester Burnham. Aquello se desmoronó. Muy bien. Pues ahora podría ser interesante una película sobre la peripecia no ya del paradigmático Lester Burnham, sino del mismísimo Kevin Spacey, la vida de los nuevos protagonistas del mundo, las consignas, las pequeñas miserias cotidianas, las atmósferas y los ambientes…quizás ahora no ya en el suburb, sino en los selectos barrios de moda o en los exquisitos rascacielos con control de acceso del centro de Nueva York o de Chicago…

            “El silencio tras el disparo”, Manuel Arias Maldonado.*

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