Moral y política en Al Capone (y III).

1.-Al Capone se queja en primer lugar del funcionamiento especulativo del mercado de acciones:

El mundo ha sido capitalizado en acciones. Cada vez que un tipo tenía una nueva idea, se incrementaba el capital social, los directores recibían dinero y los accionistas mucho papel. Los ricos se volvían más ricos, los accionistas especulaban con el papel.”

En este escenario, el entrevistado alude a la fabricación de rumores interesados (incluso desde turbios editores de periódicos) y a los engaños de los bancos vendiendo a plena conciencia títulos basura:

Los banqueros corruptos que cambian el dinero que a la gente tanto le costó ganar por acciones de las que saben que no valen nada serían mejores clientes de las cárceles que el pobre desgraciado que roba sólo para que su mujer y sus hijos puedan vivir.”

El salvador de las clases engañadas reconoce que nunca supo de estos chanchullos hasta que empezó a observar y darse cuenta de que “muchos corruptos iban vestidos con ropas caras y hablaban con  petulante acento”.  Él se sentía dentro la ley y, por supuesto, “si el Gobierno de Mr. Hoover quiere explicarme mis impuestos federales, estaré muy encantado de oírle”. Ante las informaciones que ya corrían sobre su situación fiscal, está dispuesto a ilustrar a los funcionarios y desterrar las ideas sensacionalistas que se movían por ahí.

……Por otra parte, en fin, recomienda la derogación de la Ley Volstead o Ley Seca y considera que su intervención en los negocios que juguetean con la prohibición es una parte decreciente de sus múltiples y florecientes actividades. Y responde así a las acusaciones que ya pesan sobre él:

……Las personas que no respetan nada temen al miedo. Sobre el miedo, por tanto, he construido mi organización. Pero entiéndame usted correctamente, por favor. Los que trabajan conmigo no están amedrentados por nada. Se mantienen fieles no tanto por su salario sino porque, además, saben qué se haría con ellos si perdieran mi confianza.”

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 …          2.-El mafioso asegura al entrevistador que “el invierno pasado alimenté a unas trescientas cincuenta mil personas por día aquí en Chicago”.  Y avisa de que “este invierno va a ser peor”. Capone quería así equipararse a los triunfadores económicos con intensa voluntad filantrópica, que por aquel entonces ya simbolizaban  la cúspide del American way of life.

La ciudad era en ese momento el centro de una región con una extraordinaria potencia industrial, manufacturera, comercial y de servicios. Sin embargo, ya anotamos antes que también sufrió en primera línea las dificultades del 29. Así lo recuerda Jonathan Mekinda:

“El exuberante optimismo de los años veinte no iba a durar. En el despertar de la crisis de la bolsa de octubre de 1929, la economía nacional se contrajo  fuertemente y una intensa depresión se extendió, como una combustión lenta, por todo el mundo. El enorme papel de la industria manufacturera en Chicago implicó que la Gran Depresión fue profundamente sentida en la ciudad y en 1931 las tasas de desempleo habían  llegado casi al 31% entre los trabajadores masculinos y al 24% entre las mujeres. Para los obreros industriales en particular, que alcanzaban más de la mitad de la fuerza de trabajo en la ciudad, el impacto fue incluso más severo, con cifras de paro entre hombres y mujeres alcanzando cerca del 40%  e incluso en algunos sectores más del 50%. El rampante desempleo rápidamente rebasó la capacidad de las instituciones de ayuda y socorro, de las asociaciones populares y de la administración municipal y del Estado. A principios de los años treinta, las chabolas y las barracas aparecieron a lo largo de la ciudad para alojar a los desahuciados de sus hogares”.[1]

Ahora bien, la vibrante área metropolitana se propuso enseguida salir del túnel y se convirtió, de hecho, en uno de los faros del New Deal en materia de infraestructuras públicas y viviendas sociales. Para recuperar el optimismo, se organizó en 1933 una magna exhibición con el título “Un siglo de progreso” (Century of Progress). El evento, con la resonancia de las grandes exposiciones internacionales,  quería celebrar el portentoso desarrollo de la urbe y la fe en la ciencia y en la técnica. Su lema oficioso era “La Ciencia encuentra, la Técnica aplica, el Hombre se amolda”[2].

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3.-Al Capone no ofrece sólo “estómagos llenos”, sino un programa clásico basado en la mitificación del hogar: “Contra más fuertemente guardemos nuestros hogares, con más fuerza guardaremos nuestra nación”.

La corrupción es un vicio con múltiples causas. Es curioso que algunos historiadores norteamericanos consideran que, en aquellos años, se vivió lo que los expertos llaman “corrupción sistémica”. Esto es, generalizada, asentada, estructural. Así, Bromhead  apunta lo siguiente:

“La Prohibición del alcohol en 1920-33 favoreció el crecimiento de los bandas criminales, algunas de las cuales ganaron influencia sobre los políticos y la policía. Todavía existen bandas, pero las viejas conexiones entre criminales, policía y políticos parecen haber desaparecido”.[3]

A Cornelius Vanderbilt Jr. no le fue sencillo demostrar la autenticidad de la entrevista que  publicó Liberty. En una especie de certificado informativo, el periodista hizo un delicioso resumen de la charla: “Hablamos sobre la prohibición [del alcohol], el desempleo, la amenaza Roja, el futuro de América y del mundo, la moral, la educación de los hijos y otros asuntos muy filosóficos”.

……Han pasado ya ochenta y ocho años y a veces el viento trae noticias extrañas. Cuatro de los siete últimos gobernadores del Estado de Illinois  (cuyo centro es Chicago) acabaron en prisión. Nunca sabe uno si esto es bueno o malo. Las sociedades son como los niños y, por tanto, ensucian la ropa. La ventaja de los Estados de Derecho más o menos efectivos es que ponen la lavadora al menos un número razonable de veces. Desconfíe usted de los que afirman estar siempre impolutos.

A principios de este año, dimitía el alderman [4] Danny Solis, miembro de la Comisión Municipal de Zonificación, Patrimonio Histórico y Edificación del Ayuntamiento de Chicago. La prensa había desvelado el inicio de una investigación federal por corrupción. No fue la ordenación territorial un sector codiciado por Al Capone. Los poderes de la Administración en este campo no estaban por aquel entonces tan desarrollados. Suele señalarse que los aldermen o concejales del distrito tienen demasiado poder en esta materia y que su cercanía con los administrados  y electores  es un problema a efectos de transparencia. Pero esto, sin duda, es ya otro tema, “otro asunto muy filosófico”.

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[1] Mekinda, Jonathan: “Chicago Designs for America”, en Bruegmann, Robert (ed.) Art Deco Chicago. Designing Modern America, Chicago Art Deco Society-Yale University Press, 2018, pp. 23-24.

[2] Para compensar el mal sabor de boca que deja esta consigna, conviene añadir que, afortunadamente, Chicago también fue una de las capitales principales del diseño industrial y del Art Deco en la primera mitad del siglo XX.

[3] Bromhead, Peter: Life in Modern America, Longman, Londres, 1977.

[4]Concejal del distrito.

sdr

Moral y política en Al Capone (II)

1.-El mismo periodista se sorprendió ante un Alphonse Gabriel Capone convertido a la vez en crítico y regenerador de una Norteamérica que sufría el zarpazo de la crisis del 29. Las cifras del desempleo iban a acercarse al tercio de la población activa. El capo de la organización insiste en su temor ante el comunismo y avisa de que Estados Unidos está a las puertas de un estallido social de dimensiones desconocidas:

El bolchevismo está llamando a nuestras puertas. No podemos permitirle entrar y tenemos que organizarnos ya nosotros mismos [sin esperar al Gobierno o al Congreso]. Debemos juntar los hombros y mantenernos firmes. Necesitamos fondos para luchar contra el hambre”.

Va a ser un momento difícil y, por tanto, “hemos de mantener América completa, segura y limpia”. En estas épocas de cambio tecnológico y paro, hay que apartar al trabajador de  “la literatura roja”, de los “trucos rojos”.

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2.- Conecta así Al Capone con la Red scare –la alarma roja ante el auge del comunismo y del anarquismo-, que se llenó de excitación en la primera guerra mundial y en los años inmediatamente posteriores en Estados Unidos. Nos cuenta el maestro Escohotado –en el segundo volumen de Los enemigos del comercioque el sindicalismo norteamericano aún se permitiría en aquellas fechas algún lujo ideológico revolucionario, antes de aceptar ya definitivamente las ventajas concretas del sistema capitalista y unificarse en la AFL-CIO. Incluso sacó pecho el Partido Socialista Norteamericano, que obtiene casi un millón de votos en 1920 con E.V. Debs a la cabeza y un programa radicalmente antibelicista.

Por otra parte, la violencia propia del país de las barras y estrellas se había materializado a menudo en enfrentamientos feroces entre patronos y obreros. Desde la masacre del Haymarket en Chicago (1886) hasta la denominada batalla de Matewan (1920), un reguero de sangre recorre la historia de las luchas sociales norteamericanas (incluso con la destacada presencia de anarquistas de cultura alemana, como A. Spies o Johann Most). Sin embargo, justo cuando se afianzaban la libertad sindical, la reducción legal de las jornadas o la regulación definitiva del convenio colectivo (esto último con la National Recovery Act en 1933), la crisis del 29 vuelve a poner en jaque al sistema. Frente e ello, nuestro hombre de hierro afirma que «no queremos ver cómo se derriban los cimientos de este gran país» y que «vamos a luchar para mantenernos libres«.

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3.-Podríamos decir que Al Capone se erige en crítico radical de “la casta”. Para empezar, desconfía del Congreso y del Presidente Hoover, aunque falla como analista político en sus previsiones para las elecciones de 1932. Cree que “los demócratas serán barridos en una votación masiva”, pero lo cierto es que Franklin D. Roosevelt ganó los comicios con un 57,2% de papeletas. Sin embargo, opinaba que “Roosevelt es un buen tipo, pero me temo que su salud es bastante inestable y lo cierto es que un líder necesita salud”. El entrevistado estaba al corriente de la actualidad política e incluso se permite recomendar al industrial, abogado  y diplomático Owen D. Young como Secretario del Tesoro en caso de que gane Roosevelt.

El punto más chocante es su inmisericorde crítica a los banqueros, lo cual hizo abrir los ojos como platos a Vanderbilt (en realidad, esta fue su actitud a lo largo de toda la charla). Pero sobre esto hablaremos mañana.

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