…1.-El cine es un arte demasiado simple, todavía. Nada que ver con los miles de años que laten, por ejemplo, detrás de la literatura o de la arquitectura (con sus trucos y sus experimentadas estratagemas). Suele ser aburrido (como casi todas las novelas, de las cuales trata de copiar herramientas). Sin embargo, debo reconocer que no me cansaría de ver “A años luz”, de A. Tanner (“Les Années Lumière” o “Light years away”, en la versión inglesa).
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…2.-Anoto las palabras de C. Dimitriu, en su magnífico libro (es un ensayo y ya estoy más a gusto) titulado justamente Alain Tanner (Cátedra, 1993):
…“La parábola del maestro y el aprendiz, realizada a través de la enseñanza-aprendizaje del objeto del sueño más antiguo del hombre, corresponde a la vocación de pedagogo siempre presente en Tanner, hijo de la ciudad de Calvino y Rousseau. Un poco por provocación, el director quería ilustrar un método educativo duro. También quería que fuera evidente para el espectador que el conocimiento profundo de alguna cosa se paga caro: que una sociedad en la que la publicidad hace fáciles (pero superficiales) los intercambios, el aprendizaje del intercambio simbólico se vuelve arduo. Hablando del dinero que Jonás lleva encima, Yoshka le dice: “Tienes que empezar por librarte de eso. Es el primer paso.” Finalmente, Yoshka le impondrá un verdadero trabajo de Hércules –similar a la limpieza de los trabajos de Augías- al pedirle que ponga en orden las carrocerías. Es el precio que Jonás tendrá que pagar para acceder a una percepción profunda del hombre y de sus relaciones con la naturaleza.”[1]
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…3.-Siempre creí que la película era una reflexión ajustada sobre el arte de enseñar (qué sencillo es todo cuando no se habla de “metodología”, “plan docente”, etc.). Sin embargo, ahora que lo pienso, haría extensiva la metáfora a las operaciones de investigación, de resolución de conflictos, de preparación de la cena, etc. En el fondo, todo es cuestión de apartar la chatarra.

[1] La negrita es mía.
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