Milei ya ha ganado.

Fuente:***

Lo anotábamos hace unos días*, pero ha sido Renato Cristini el que ha dicho -mucho mejor- lo que yo quería decir. En el fondo, el resultado podría ser secundario y, por otra parte -como Milei siempre recuerda- el combate en Argentina no es para tibios. Baste recordar el ataque con nafta hace unas semanas a una sus diputadas o el mismo depósito de su voto entre la patota mediática y física peronista*.

El artículo de Cristini es un texto para el debate electoral, pero he querido resaltar su primer párrafo y, por supuesto, adjuntarles el total contenido:

«Aún no sabemos si Javier Milei ganará las elecciones, pero una cosa es segura: Argentina ya no será lo que era antes, porque con él se desbloquearon muchos temas y conceptos que hasta hace apenas unos meses eran literalmente un tabú: no se podía hablar bien del liberalismo, porque inmediatamente quien lo hiciera era tildado de imperialista, capitalista, esclavo de los «gringos», enemigo del pueblo; no se podía mencionar el conservadurismo, que los partidos principales desprecian como tradicionalismo de ultraderecha e incluso militarismo golpista; estaba mal visto hablar de iniciativa privada —industrial o artesanal— considerada por el mainstream populista como expresión de egoísmo individualista y explotación de los trabajadores; y no podían ser recordadas las víctimas del terrorismo de izquierda, porque —es lo que se cree corrientemente— en la izquierda sólo habría habido movimientos angelicales, perseguidos por la violenta derecha y que, por tanto, se habrían visto forzados a levantarse en armas para defenderse a sí mismos. Hoy se ha empezado a hablar de todo esto, a rasgar el velo de la demagogia y la mentira, y de este avance no habrá retroceso, independientemente del resultado electoral.»

Crisis y renacimiento de una nación: la nueva Argentina de Milei*

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El elixir antiparlamentario en el corpus del Derecho público.

Entramado de vías de acceso a los nuevos talleres de Renfe.

(Fuente: aquí)

«El instante crítico del guardaagujas. A propósito del libro de Esteve Pardo: El pensamiento antiparlamentario y la formación del Derecho Público en Europa«,

Historia Constitucional , 23 (2002).

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         Se me fue la mano. Lo que iba a ser una rutinaria recensión se convirtió en una reflexión más larga sobre la crisis de las democracias liberales y el papel del Derecho. No fue mérito mío: me comporté como un enano a hombros del gigante. Me refiero al profesor Esteve Pardo y su libro (que ya está siendo traducido y ha logrado un inmediato éxito): El pensamiento antiparlamentario y la formación del Derecho público en Europa (Marcial Pons).

         El planteamiento era seductor: en los felices veinte de hace justamente un siglo y que pronto se arrugaron se condensan diversas propuestas y programas de una corriente antiparlamentaria que ha sido fundamental para entender  la evolución del Derecho público (y, especialmente, del Derecho Administrativo). Por ejemplo, la construcción del control de constitucionalidad, que sólo puede entenderse desde una inicial desconfianza del Parlamento.

         Un libro vale la pena si te golpea, como decía Kafka. Justamente eso me ocurrió e incluso me puse a pensar sobre el corporativismo (antiparlamentario por esencia)  y su aparición en Argentina, un poco por el prurito de añadir un cuartillo a la profundización que el libro hace de la experiencia jurídico-política de cinco países (Alemania, Francia, Italia, Portugal y España), un poco  además por la admiración hacia la cultura legal de esa nación hermana y otro poco, también, porque alguna relación se me  viene a la cabeza mientras oigo por la radio que la bruja inflacionaria no vuelve a su cueva y nada parece augurar ni siquiera un inicio de felices veinte.

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Diarios dispersos. Argentina, otra vez.

         Sesión de doctorado con mi colega Roser Martínez, el penalista argentino Ricardo Boucherie, de la Universidad Católica de la Plata, y Jorge Enríquez, diputado y constitucionalista de la misma nación. Disertaron sobre legalidad y Covid-19 y apareció, como era de esperar, la perenne peculiaridad argentina. En este caso, en forma de larguísimo y exigente confinamiento y de adquisición de la exótica Sputnik (la vacuna rusa). A ello habría que añadir, incluso, el empleo del tipo penal de la desobediencia sanitaria como fórmula para asegurar el respeto a las medidas restrictivas. Se trata de un tipo penal similar a nuestra desobediencia, pero con una curiosa especialización material. Sin embargo, parece que, afortunadamente, no ha llegado a implicar lacerantes ingresos en prisión (aunque sí procesamiento, multas, etc.). Y aún cabría aludir, por cierto, a la medieval liberación de condenados, con el retorno de los criminales a los lugares del delito.

         Me fascina todo lo argentino. Principalmente, el lenguaje. Lo de ayer no fue una excepción. Sería difícil encontrar en cualquier mesa rutinaria de trabajo en las universidades españolas una elegancia y precisión como la que han mostrado hoy nuestros dos conferenciantes. Me suele pasar con los tratadistas argentinos clásicos: escriben con tanta belleza que parece que no son libros jurídicos.

         En la comida, salieron muchas cosillas de ambos países. Incluso llegamos a pasear por alguna librería de la calle Corrientes. Aproveché para meter en la conversación mi Buenos Aires mítico: el edificio Alas y el Luna Park. Y aún se coló, como un fantasma, alguna sombra de Carlos Monzón.

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