Antorcha entre iguales

Foto: aquí*.

En sus orígenes, la universidad era, sobre todo, la  fundación de una tradición. Los nuevos aprendían de los más antiguos y, llegado el momento, se atrevían a desafiarlos.  Se trataba de criar cuervos con método para que sacaran los ojos de una forma civilizada. Esto es, usando la razón y también el agradecimiento por haber caminado a hombros de gigantes.

            Por eso hemos impuesto en nuestros cursos la regla de que uno o más alumnos del año anterior expliquen el primer día a sus compañeros cómo fue el  curso precedente con ese profesor y esa asignatura. Por supuesto, todo esto se hace a puerta cerrada –como es propio de una auténtica clase- y con el docente fuera y esperando tranquilamente en la cafetería. Bastan quince o veinte minutos. Esto es más que suficiente para que se desgranen informaciones diversas, consejos, trucos, advertencias y críticas. También, claro, para que se ablanden imágenes monstruosas sobre implacables calificaciones (hay que tener en cuenta que los exámenes son orales, según norma ya consolidada).

            Evidentemente, cada año traerá novedades y el ritmo del tiempo se impondrá sobre los proyectos iniciales. Sería horrible un curso que respetara el programa al cien por cien, sin permitirse una sorpresa, un desliz o un descubrimiento. Pero la lección de los veteranos asegura la continuidad institucional.

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«La docència universitària, entre el desinterès i el desconcert»

       Ortega y Gasset, a “Misión de la universidad”, va situar l’ensenyament com a peça central de la funció universitària, sense perjudici d’una espècie de paper vigilant de l’elit investigadora. No obstant, els darrers quaranta anys han significat un  apreciable avenç en la recerca i una caiguda en l’absoluta irrellevància de l’activitat docent dins del món universitari. Julio Carabaña, aquest gran sociòleg de l’educació, ha estudiat a fons aquest problema i ens va arribar a parlar de la sequedat absoluta de l’arrel de la docència. Els estudiants queden sota l’atzar  salvífic d’una  hipotètica vocació del professor. Era una qüestió que em va preocupar durant molts anys, però que ja assumeixo com a factum. Potser dins d’alguns lustres, aquesta dada serà explicada com el baptisme inicial dins la crisi final de la universitat pública.

            De moment, us passo la reflexió del meu admirat Quim Brugué, en un article que he descobert fa  uns dies i que va publicar a política&prosa del mes d’abril. Hi coincideixo cent per cent i afirmo haver experimentat els mateixos resultats empírics.

            La docència universitària, entre el desinterès i el desconcert

Diarios dispersos. Bartleby reflexiona.

            Bartleby consideraba que la mejor forma de ser profesor universitario consistía en aplicar –en pleno siglo XXI- su inmarcesible receta: “Preferiría no hacerlo”. Por ejemplo, no elaborar la guía docente ni el listado de competencias transversales y la puntuación desglosada que su expresión concreta conlleva en cada uno de los módulos del temario.

            Bartleby jugaba con ventaja, pues todos sabemos que no parecía tener ningún interés constructivo y que lo del sueldo sólo le inquietó un poco al principio. Sin embargo, su rebeldía le acercaba al momento supremo de la cicuta en Sócrates. Después de leer el artículo siguiente, elaboró durante unos días la tesis de la cicuta selectiva, la amputación por donde pillaba de la egregia figura del docente entregado, investigador de primera, gestor comprometido con la política universitaria, burócrata riguroso y “transferidor de conocimiento” (esto último parecía molestarle especialmente).

   «El profesor chiflado«. Manuel Arias Maldonado (Revista de libros, 15 junio 2022).

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Motivaciones elementales.

         1.-.Es útil agitar los corazones antes de enseñar cualquier cosa. Esto parece más necesario aún cuando se trata de entrar en el Derecho Administrativo (materia cuya sola mención ya llena  el pecho de pasión).

         Una primera y elemental técnica consiste en invitar a una de las primeras clases a algunos alumnos del año anterior. Por supuesto, el profesor debe salir de clase mientras los estudiantes explican tranquilamente los trucos y manías del docente que “los nuevos” van a sufrir.

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         2.-Una segunda  herramienta consiste en espolvorear algunas miajas de espíritu competitivo. Sobre todo, se trata de ensalzar y apoyar a los que se van abriendo camino en las dificultades del aprendizaje. El aplauso ha de ser una actividad frecuente.

         Ya, ya sé que la rivalidad tiene mala prensa. Pero yo me refiero a la emulación sana, que un día fue santo y seña de los abogados. Sí, aquella regla de felicitar al contrario que había estado brillante (de esto nos hablaba en sus inolvidables clases el magistrado don Jesús Corbal).

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         3.-Rectifico: la competitividad sí tiene buena prensa y los jóvenes la acogen con entusiasmo en el ámbito deportivo. La lucha por esforzarse, saber ganar, saber perder y  aprender unos de otros. Me gusta comentar a veces, entre bromas y veras,  dos videos que son casi iconos de la cultura pop (y perdonen la exageración). El primero es el ya clásico de Luis Aragonés (“y ganar y ganar y ganar”, recomenzando cada día) y el segundo uno más discreto de Carlos Sainz (“mejorar, se puede mejorar…”, pulir, perfeccionar…). Buena lid y mejor aprendizaje.

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Aprendiendo con el trabajo de las factorías. La potestad sancionadora.

         1.-En primer lugar, el profesor establece tres grupos de alumnos, integrados por trece personas cada uno. Se efectúa esta operación de forma aleatoria (puede seguirse el orden alfabético). Esto nos da un total de treinta y nueve personas implicadas. El resto de la clase va a intervenir una vez realizada la primera fase del trabajo.

         Es fundamental la tarea previa del profesor, que debe dividir la lección en nueve puntos de extensión similar y  ha de aportar algunas pistas básicas (precepto legal fundamental, alguna idea clasificatoria, etc.).

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         2.-En cada grupo, el profesor designa los nueve estudiantes que van a redactar los nueve  epígrafes de la lección. Cada  escrito ha de moverse entre un mínimo de 200 y un máximo de trescientas palabras.  Esto es innegociable. Habrá que concretar y resumir, si es preciso. Se utilizarán textos legales y los manuales acreditados de la asignatura.

         Los tres o cuatro primeros días de la semana cada miembro de “la factoría” redacta su apartado. Después, ya en  conjuntos de tres, lo envían cada uno a un compañero del mismo grupo (previamente determinado por el profesor). A estas personas se les denominaba “cabos”, siguiendo la terminología militar (por su carácter estructurador). Los cabos trabajan dos o tres días más, añadiendo, puliendo y ordenando lo recibido. Deben respetar los límites de extensión establecidos (entre 600 y 900 palabras, por tanto).

         Finalmente, los cabos remiten el trabajo a un capitán, que cierra el tema ensamblando lo previamente trabajado (aunque puede ajustarlo, modificarlo o mejorarlo). Por supuesto, en esta tercera y última fase, se respeta la extensión (que se moverá ahora entre 1800 y 2700 palabras). Todos los escritos se redactan en el programa Word, para facilitar las alteraciones.

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         3.-Una vez concluido el trabajo, en la próxima clase los tres grupos se reúnen por separado durante unos treinta minutos (es conveniente usar un aula alternativa) y el capitán comenta los resultados obtenidos. Evidentemente, los envíos también se realizan en dirección contraria, para que se observe cómo ha ido la confección.

         Los capitanes remiten al profesor el escrito y éste se deposita en el campus virtual. Tenemos tres versiones de la lección y, durante unos días, toda la clase (hayan formado parte o no de las factorías que han actuado en este caso, aunque mejor que sean los que no han redactado) pueden presentar públicamente objeciones, felicitaciones especificadas, enmiendas, matices o  sugerencias a cualquiera de los tres temas. Es conveniente que también lo haga el profesor. Se trata de aportaciones breves y claras.

         Para el docente, es importante controlar que se van cumpliendo de forma normal las fases. Para ello, basta contactar informalmente con cabos y capitanes o solicitar aleatoriamente el trabajo realizado a cualquiera de los miembros del grupo.

         Las principales ventajas de este método (que puede combinarse con otros a lo largo de todo el año) son dos:

         -Se observa el nivel de redacción y comprensión de los manuales y de la legislación, con lo cual se detectan vacíos o sinuosidades que el profesor debe ayudar a eliminar en las clases siguientes.

         -Se compensa el trabajo individualizado (propio de la universidad) con una tarea de conjunto que será habitual en las futuras profesiones jurídicas (grandes despachos de abogados, tramitación de procedimientos administrativos, etc.).

         Acompaño aquí* un ejemplo concreto de este sistema, relativo al tema de las sanciones administrativas (los grupos son tres –letra negrita, cursiva y normal-, pero se borran los nombres de los intervinientes).La muestra corresponde al grupo de Derecho Administrativo III del grado en Derecho y Administración de Empresas (año 2022).

Los fabricantes de coches que ya anuncian paros en la producción por la guerra Rusia Ucrania

Fuente: autopista.es.

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En la distancia morirá.

Repaso, ahora que el curso comienza a medio gas en las aulas, el día en que se me ocurrió buscar -mucho antes del covid- la «esencia de la presencialidad docente» (por decirlo en los términos declamatorios que demanda la pedagogía). Hace ya cinco años y no pienso exactamente lo mismo (o quizá sí):

Fotos de stock gratuitas de asomándose, curiosidad, dedos

Fuente: Noelle Otto.

¿Qué es la clase? Un secreto.

 …     1.-No hay ningún inconveniente ya para organizar el grueso de la enseñanza universitaria a distancia. Al menos, en las materias de letras, sociales o matemáticas, aunque con más limitaciones en las experimentales. Basta abrir un canal del profesor en you tube, suministrar los escritos por internet o, si son en papel, a través de Amazon,  y verse de vez en cuando en café (ya puestos en Starbucks, que está en todos sitios) para comentar dudas. La evaluación puede hacerse con el ya clásico trabajito, con un examen escrito en un polideportivo o con un oral en salas de tribunales cedidas en los días festivos.

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     2.-Entonces, ¿qué aporta una clase? Se me dirá que el contacto humano y bla, bla, bla…Pero eso ya lo hemos resulto con las entrevistas para cuestiones concretas.

…La tesis que defiendo es que la clase aporta secretos o no es nada. En ella aparecen – o deberían aparecer- interrogantes, conexiones imprevistas, equivocaciones no queridas, ironías, hipótesis, confesiones…Por eso una clase jamás debe ser grabada. En un país serio los estudiantes toman notas o apuntes, pero no estrangulan el discurso con una cinta magnetofónica.

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…      3.-El primer apartado de los Decretos de Carlsbad (Karlsbad, en alemán) de 20 de septiembre de 1819, cuyo objetivo era destruir el libre pensamiento que ya florecía en las universidades germánicas, disponía:

La función del agente [se refiere al inspector situado en cada universidad] consistirá en […] observar cuidadosamente el espíritu que manifiestan los profesores en la universidad en sus conferencias públicas y en sus cursos regulares y, sin interferir directamente en materias científicas o en los métodos de enseñanza, imponer una saludable dirección a la instrucción […]”[1].

Escribía hace poco Arcadi Espada que lo que se dice en la clase y en la cama allí debe quedar. Es decir, la sociedad –la civilización, mejor dicho- se basa en gran medida en el consenso tácito sobre una serie de secretos (dejo aparte los que son objeto de protección jurídica). Y, cada vez que se rompe un secreto elaborado por un sostenido esfuerzo común –la compasión ante el borracho (que jamás se fotografía), la reserva en las funciones corporales elementales, el aula…- se está más cerca de la barbarie.

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[1] La traducción es mía de la versión inglesa –que traduce, a su vez, la alemana-, pero creo que no altero el sentido.

 

Con la esperanza de que los debates, fórums y sesiones múltiples sirvan para algo.

       1.- Ocurre a veces que te invitan a moderar un debate o un fórum, confiando en que algo sabrás del tema y no te molesta hablar en público (o, incluso, no callas ni bajo el agua). Es una tarea a la cual no le damos la importancia que realmente tiene. Sin embargo, si reflexionamos un poco y recordamos las sesiones que hemos sufrido en nuestra vida, convendremos en que el éxito comunicativo del acto depende en gran medida del árbitro que han puesto, del repartidor de juego.

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       2.-La cosa se complica con las amenidades que nos ha traído el virus. En concreto, el uso de plataformas informáticas y la combinación de exposiciones en más de una lengua (con el inglés ya chuleando como lingua franca). En esas situaciones, el moderador es a menudo el único salvavidas para evitar los abundantes casos que ya registra la OMS de muerte por aburrimiento en el curso de un webinar.

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       3.-Encontré hace unos días un magnífico y sintético cursillo para dirigir un encuentro con precisión y eficacia. La verdad es que quedé entusiasmado con las explicaciones e incluso podríamos decir que estamos ante una nueva profesión (cosa importante, tal como está el patio). La autora es Kristin Arnold. Ha publicado en you tube este breve pero intenso programa con las siguientes lecciones:

How to Moderate a Panel Discussion: Definition of a Panel (Video #1, 4mins)

How to Moderate a Panel Discussion: Moderator’s Role (Video #2, 6 1/2mins)

How to Moderate a Panel Discussion: Clarify the Starting Conditions (Video #3, 7mins)

How to Moderate a Panel Discussion: Selecting Great Panelists (Video #4, 5mins)

How to Moderate a Panel Discussion: Preparing for the Panel (Video #5, 12mins)

How to Moderate a Panel Discussion: Moderating the Panel (Video #6, 16mins)

How to Moderate a Panel Discussion: Following Up (Video #7, 8mins)

   Me ha parecido una información útil y espero que sea provechosa (a mí me está sirviendo). Por otra parte, la misma autora ha publicado abundantes materiales y consejos sobre estas materias (por ejemplo, éste: ***). Suerte en su próxima sesión.

acción, adulto, árbitro(Fuente: Pixabay)

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Avantatges de les velles lletres.

«8 de març-Com que hi ha tanta grip, han hagut de clausurar la Universitat. D’ençà d’aquest fet, el meu germà i jo vivim a casa, a Palafrugell, amb la família. Som dos estudiants desvagats. El meu germà, que és un gran afeccionat a jugar a futbol -malgrat haver-s’hi ja trencat un braç i una cama-, el veig purament a les hores de repàs. Ell fa la seva vida. Jo vaig tirant. No enyoro pas Barcelona i menys la Universitat. La vida de poble, amb els amics que hi tinc, m’agrada».

Així comença El Quadern Gris, de Josep Pla, i l’autor situa la narració el 1918.

 

Postadata d’Antoni Puigverd.

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Empollar

Ara que el curs comença, potser és útil recordar com s’”empollava”, a la carrera de Dret, a la Barcelona de començaments del segle XX. Ens ho explica Josep Pla a Barcelona, una discussió entranyable. Per motius d’espai, no afegim la descripció de la cambra d’estudi, aquell ambient que “no era pas gaire adequat per a fer-se càrrec de l’emfiteusi o del retracte”. Tampoc parlem del fred implacable d’aquells edificis, que fa concloure l’autor que “amb una mica de foc, els meus estudis haurien estat més aprofitats”. Afegim sols les negretes habituals al nostre bloc:

        “Així hom estudiava –vull dir que empollava. Empollar és un castellanisme de l’argot universitari, d’una significació molt exacta. La lloca empolla els ous de la posta cobrint-los, mantenint-los amb el seu escalf a una temperatura determinada, tenaçment, fins que la incubació s’ha acabat. L’estudiant sotmetia la seva memòria a una incubació semblant a base de restar davant d’un llibre de text, tenaçment, hores i hores, assegut davant d’una taula. De vegades, per fer més activa l’empollació, per no distreure’s, per eliminar les vel·leitats frívoles del pensament, hom s’agafava el cap amb totes dues mans, els colzes sobre la taula. Era l’actitud típica de l’empollar. Així, empollar –estudiar- volia dir aprendre’s la literalitat d’un text de memòria eliminant amb tota cura de l’operació els problemes plantejats per la comprensió dle text. Preocupar-se de la comprensió del text ja no hauria estat empollar. Hauria estat pensar, reflexionar, escollir, discutir, però això no era pas un problema universitari. L’únic que seriosament s’exigia era recitar un text de memòria, és a dir, reportar l’efecte de l’empollació realitzada. La resta era secundària. Parlo, és clar, en general. Hi havia alguns,  poquíssims, professors interessats més en la comprensió que en la recitació dels textos, com hi havia estudiants que espontàniament anaven al gra.”

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