Una anotación desagradable.

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          Vamos a examinar una premisa incómoda de la mano del profesor Arruñada. El punto de partida es real: tanto la enseñanza pública como la concertada van quedando afectadas por los mismos principios, por el mismo adoctrinamiento e idéntica modorra. La afirmación fuerte del autor es que también la educación privada se va cubriendo con  esos lodos. Si decimos que nuestro medio social sobreprotege a los hijos ¿Por qué iba la escuela a ser diferente? El aula como espacio amodorrado, discretamente lúdico, anodino, respetuoso incluso con el desorden y la mala educación…En algún punto, la pintura podría ser excesiva, pero no se aleja demasiado de la realidad. Curiosamente, por mi experiencia, a un grupo entusiasta de alumnos –siempre pocos, siempre creciendo, siempre con la esperanza de que sean más- les encantan los retos, forzar la máquina, salir del líquido amniótico del vientre comunitario que les han tocado. De hecho, son la única esperanza dentro del magma de padres, profesores, administradores y políticos aclimatados en la suave decadencia.

«La educación que queremos» (Benito Arruñada).***

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