Moral y política en Al Capone (II)

1.-El mismo periodista se sorprendió ante un Alphonse Gabriel Capone convertido a la vez en crítico y regenerador de una Norteamérica que sufría el zarpazo de la crisis del 29. Las cifras del desempleo iban a acercarse al tercio de la población activa. El capo de la organización insiste en su temor ante el comunismo y avisa de que Estados Unidos está a las puertas de un estallido social de dimensiones desconocidas:

El bolchevismo está llamando a nuestras puertas. No podemos permitirle entrar y tenemos que organizarnos ya nosotros mismos [sin esperar al Gobierno o al Congreso]. Debemos juntar los hombros y mantenernos firmes. Necesitamos fondos para luchar contra el hambre”.

Va a ser un momento difícil y, por tanto, “hemos de mantener América completa, segura y limpia”. En estas épocas de cambio tecnológico y paro, hay que apartar al trabajador de  “la literatura roja”, de los “trucos rojos”.

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2.- Conecta así Al Capone con la Red scare –la alarma roja ante el auge del comunismo y del anarquismo-, que se llenó de excitación en la primera guerra mundial y en los años inmediatamente posteriores en Estados Unidos. Nos cuenta el maestro Escohotado –en el segundo volumen de Los enemigos del comercioque el sindicalismo norteamericano aún se permitiría en aquellas fechas algún lujo ideológico revolucionario, antes de aceptar ya definitivamente las ventajas concretas del sistema capitalista y unificarse en la AFL-CIO. Incluso sacó pecho el Partido Socialista Norteamericano, que obtiene casi un millón de votos en 1920 con E.V. Debs a la cabeza y un programa radicalmente antibelicista.

Por otra parte, la violencia propia del país de las barras y estrellas se había materializado a menudo en enfrentamientos feroces entre patronos y obreros. Desde la masacre del Haymarket en Chicago (1886) hasta la denominada batalla de Matewan (1920), un reguero de sangre recorre la historia de las luchas sociales norteamericanas (incluso con la destacada presencia de anarquistas de cultura alemana, como A. Spies o Johann Most). Sin embargo, justo cuando se afianzaban la libertad sindical, la reducción legal de las jornadas o la regulación definitiva del convenio colectivo (esto último con la National Recovery Act en 1933), la crisis del 29 vuelve a poner en jaque al sistema. Frente e ello, nuestro hombre de hierro afirma que «no queremos ver cómo se derriban los cimientos de este gran país» y que «vamos a luchar para mantenernos libres«.

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3.-Podríamos decir que Al Capone se erige en crítico radical de “la casta”. Para empezar, desconfía del Congreso y del Presidente Hoover, aunque falla como analista político en sus previsiones para las elecciones de 1932. Cree que “los demócratas serán barridos en una votación masiva”, pero lo cierto es que Franklin D. Roosevelt ganó los comicios con un 57,2% de papeletas. Sin embargo, opinaba que “Roosevelt es un buen tipo, pero me temo que su salud es bastante inestable y lo cierto es que un líder necesita salud”. El entrevistado estaba al corriente de la actualidad política e incluso se permite recomendar al industrial, abogado  y diplomático Owen D. Young como Secretario del Tesoro en caso de que gane Roosevelt.

El punto más chocante es su inmisericorde crítica a los banqueros, lo cual hizo abrir los ojos como platos a Vanderbilt (en realidad, esta fue su actitud a lo largo de toda la charla). Pero sobre esto hablaremos mañana.

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Tercer volumen de «Los enemigos del comercio. Una historia moral de la propiedad. III»

1.-Uno de los acontecimientos editoriales de los últimos meses ha sido la publicación del tercer volumen de Los enemigos del comercio, de A. Escohotado. Ya habíamos comentado en este cuaderno en alguna ocasión ciertas reflexiones de los dos primeros volúmenes. El tercero es una auténtica culminación. Ocupa ahora un lugar fundamental la gestación, triunfo y evolución de la revolución bolchevique. Sigue luego con Trotsky y con la configuración del mensaje de los enemigos del comercio a lo largo de la segunda mitad del siglo XX.

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2.-Como ya ocurría en las dos primeras entregas, impresiona el acopio de datos y el encaje de cada uno de los autores en su contexto vital y cultural. Una de las claves de la época examinada consiste en el cambio introducido por los “nuevos rebeldes” de los sesenta del siglo XX, que “dejaron de creer en lo primordialmente mortífero –que el bien común pasa por alguna depuración masiva- y alternan la causa de los derechos civiles con marginarse (dropping out) del Sistema esquivando el consumo estándar, en un ejercicio de imaginación libertaria personal que exacerba el desprestigio del modelo soviético”.  La épica de la Restitución, por tanto, aplaza –al menos, por un tiempo- el llamamiento a la guerra civil.

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3.-El final del libro es, sencillamente, espectacular. Se anuda en él la vieja idea de impureza del mundo y del intercambio mercantil –ya planteado por la secta ebionita cristiana (véase aquí ***)- con la evolución de la práctica y del ideal comunista en sus diferentes versiones:

       “No obstante,  ninguna licencia puede compararse en repercusiones políticas y económicas con la de identificar riqueza e impureza, transformando el usus aureum en crimen de usura y la moneda en instrumento diabólico, algo que informa tanto las abluciones del esenio como las maldiciones del Apocalipsis. Los husitas se purificaban enterrando al enemigo que portara oro o plata en sus armaduras, dejando insepulto al cubierto de hierro o cuero, pues temían incomparablemente más la pestilencia del metal precioso que la orgánica, y hubo ocasión de precisar en detalle hasta qué punto esa podredumbre informa desde Marx cualquier objeto sujeto a precio.

Entre tantos otros escritores del siglo XX, Benjamin, Sartre, Adorno y Debord postularon la ecuación mercancía=no vida, esforzándose por destruir el valor de cambio con actitudes que aunaron la nostalgia del juguete infantil con el recurso a la dinamita, a despecho de que tanto ellos como Blanqui y Marx vivieran inmersos en un universo de manufacturas, impensables sin mediar compraventas cargadas de impureza. Reconociendo el logro cultural implicado en aclimatar ese anacronismo –un lingüista lo llamaría metonimia, pues monta un significado sobre otro-, resta por ver cómo la pureza en sentido figurado convive con la sociedad en red del conocimiento, o hasta influye de nuevo con fuerza en el curso de las cosas. La operación que identifica el desahogo con el hurto, y el fruto de los negocios como “ingreso no ganado”, descansa en un desplazamiento del míasma orgánico a personas, que por no haber nacido en un hogar proletario emponzoñan el resto, queriéndolo o no, y esto es lo que una y otra vez reaparece como fundamento de los genocidios y persecuciones bolcheviques, pórtico de la era totalitaria. Solo el descontaminado por abrazar la causa comunista no sería contagioso como la peste o el tifus”.

 …      En fin, un libro fundamental, especialmente en estos tiempos de resurrección de Diocleciano y su Edicto sobre Precios Máximos (del año 301).

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Del comercio como suciedad (I)

      1.-Antonio Escohotado ha publicado en estos últimos años dos gruesos volúmenes de su trascendental estudio Los enemigos del comercio. El primer libro se subtitula Historia de las ideas sobre la propiedad privada y el segundo Una historia moral de la propiedad. No es un texto fácil pero, una vez se acopla uno al ritmo zigzagueante y compulsivamente irónico del autor, la diversión está asegurada. Hay algunos que creen que la propiedad privada y el libre comercio han sido la regla habitual y prevalente en la historia occidental. Este libro les sacará del error. Y no lo ha sido –entre otras razones- porque la doble pinza doctrinal del cristianismo y del socialismo –en sus diferentes versiones- han disfrutado de una mejor posición en el campo de la ideología, en las mentalidades de los individuos y en los programas del poder establecido.

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…      2.-Quiero anotar hoy, simplemente, algunas reflexiones del primer libro, que empieza en Grecia y Roma –que no discuten  la propiedad privada- y se desliza luego por el análisis del cristianismo, que nace pobrista y que empieza a dejar de serlo gracias a la irrupción de protestantes y puritanos, principalmente en el centro de Europa y ya en el adiós a la Edad Media.

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…      3.-Escohotado sitúa los enemigos originales del comercio en la hermandad esenia, una “escuela de vida” entre las diversas que operaban  en el mundo judío justo en el momento del nacimiento de Cristo. De los esenios tomará luego el cristianismo ideas como la institución bautismal, los ángeles y otros “seres intermedios”, la limitación del contacto sexual entre esposos a fines  de procreación y, por supuesto, el bloque de ideas sociales relativas al reparto de las propiedades y el repudio de la actividad mercantil y de las transacciones económicas.

 

…      Un elemento llamativo de esta secta pobrista es lo que Escohotado llama el “elemento fóbico”. Es decir, una obsesión por la pureza “que les llevaría a vivir aislados del resto, y a combinar su igualdad económica con un tabú de contacto como el vigente entre castas”. Así, los esenios más santos no podían rozarse con los menos santos y las abluciones eran una práctica reiterada. Me gustaría plantear aquí la hipótesis de que quizás el comercio y la compraventa –que implican contacto con el mundo- serían para ellos la suprema manifestación de suciedad. Como veremos mañana, el elemento fóbico y aislacionista no pasó directamente al cristianismo, aunque sí la equiparación del comerciante con la quintaesencia del pecador.

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