Sábados exclusivos. Esperando a De Lora.

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Acreditar el absurdo. Tomarse el Derecho en serio.*

Pablo de Lora.

        No sé si podré esperar a que salga el libro. De momento, he resuelto el ataque de ansiedad con los remedios de la abuela. Sin embargo, para ir abriendo boca, voy a discrepar homeopáticamente con el maestro o quizá, con menos humos, intentaré matizar alguna cuestión.

        Voy a emplear una distinción que no me gusta demasiado, porque usa a veces el fantasmagórico concepto de “institución”. Tengo que leer el libro (me ha asegurado mi librero -el último ya en la ciudad- que llega la semana que viene), pero se me ocurre que el “Estado parvulario” sí se toma el Derecho en serio. Es más, es casi lo único que se toma en serio (aparte de la toma del poder o de posiciones de poder, que en esto es muy leninista).

        En efecto, en el caso que plantea el artículo de hoy se ve a las claras que al legislador le interesa la norma y, por esa razón, pone por escrito todas las excepciones a la regla que se le vienen a la cabeza. Lo que se le da una higa es la universidad y su funciones educativa e investigadora.

        Llevo tiempo metido en temas de eso que llaman “lenguaje inclusivo” y lo cierto es que el  esquema es repite. El Derecho positivo importa y la máquina del BOE es el juguete preferido del Estado parvulario. Lo que le importa un bledo es el lenguaje, su precisión o incluso su belleza. aunque es verdad que aquí puede encontrarse con problemas, ya que la ley se expresa en lenguaje natural. En cambio, con la universidad, la escuela ,la familia, la propiedad o cualquier otra antigualla, pues tira millas y pon las chorradas que quieras.

        En el mundo de los niños legisladores, casi todas las instituciones preexistentes son librotes inútiles e incluso peligrosos, llenos de historias de discriminación y de gigantes muy malos. Por tanto, se pueden llenar de rayotes y manchas de tinta, poniendo sólo un poco de cuidado en que los amiguitos también puedan comerse un trozo del pastel servido en el patio pintarrajeado.

J.Amenós

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