With Pablo de Lora and Josu de Miguel.

Great speech yesterday by Pablo de Lora and Josu de Miguel. They were presenting in Barcelona at the Byron bookstore the magnificent book by Pablo de Lora Los derechos en broma.La moralización de la política en las democracias liberales. Josu noted that Law has hooked itself to reality and is solving concrete problems or even -why not? – creating positive emotional impacts.

          Mr. De Lora reviewed “The Kindergarten State”, the bureaucracy of consolation, and the inflationary universe of rights. This is the most striking and amusing part, but there was no time to review the author’s liberal castle: moral individualism, property rights, and freedom. That is, where really  “rights are trumps” (Dworkin), and we must remain strong. For instance, we should avoid the ridiculous compensation for damages after the cancellation of preventive detention or prison sentence.

***

Y tú tranquilo, que no pasa nada.

  Foto: Encyclopedia Britannica*.

          La mayoría de familiares y amigos que leen este cuadernillo consideraron excesiva mi demanda de responsabilidad * al Decano de la Facultad de Ciencias de la Información de la Complutense ante el discurso de una alumna que, desde el primer momento, se presentó bajo el manto de la máxima calificación académica dispensada por esa institución. Pero, como digo, mis lectores opinaron que me había embalado y que casi había convocado en el 2023 el honor sagrado de los samuráis en el aula magna de la Complu.

            Sin embargo, mi buen amigo Josu de Miguel reactivó mi  esencia nipona con este magnífico párrafo de las Diligencias de ayer, en El Mundo (que es el lugar que nos permite encarar con sentido los lunes):

            “Ahora bien, tengo para mí que hoy la falta de responsabilidad es regla como consecuencia del modelo comunicativo que imponen las redes sociales. Dicho modelo implica un consumo de acontecimientos y noticias durante las 24 horas del día. La dificultad para fijar agendas informativas de una manera ordenada en una opinión pública dispersa permite al político en apuros, con la ayuda del misterioso algoritmo y otros caraduras profesionales, organizar una irresponsabilidad a su medida.”

            Es decir, por un lado tendríamos la vieja prensa, aquel cuarto poder que ordenaba el mundo cada mañana: nacional, internacional, sucesos y necrológicas, economía, deportes y cultura (hay variaciones en las filas). Ciertamente, es un modelo en crisis, por muchas razones que ahora no vienen al caso. Pero las redes sociales muestran a menudo el típico comportamiento de la jauría: basta subir a un árbol y esperar que el nerviosismo de los perros acabe llevándoles a otro lugar o, sencillamente, lanzarles un hueso de despiste en el momento adecuado. El único remedio es, como dice el artículo, la responsabilidad penal (o la contable, o la tributaria…), pero éstas tienen reglas diferentes, ritmos propios y muchísimos ámbitos vacíos. El título del artículo de De Miguel era “¿Qué fue de la responsabilidad política?”. Y me pregunto, con el autor, si no estamos ante otro cadáver,  convenientemente amortajado, de la democracia liberal.

***

Alifafes de la libertad. El estetoscopio de Josu de Miguel.

    1.-Josu de Miguel está preocupado por la libertad. Cualquier ciudadano un poco atento podría compartir esa inquietud. Él tiene, quizá, más razones, ya que es un estudioso de los momentos difíciles, de las ruinas que nadie había previsto.

Para ordenar sus ideas (o para interrogarse sobre ellas), ha escrito un breve libro bajo el sugerente título  de “Libertad. Una historia de la idea(Breviarios Athenaica, 2022). De acuerdo con este membrete, distingue en primer lugar entre la libertad de los antiguos y la libertad de los modernos. La verdad es que los dos o tres primeros capítulos me parecen tan interesantes que yo ya me hubiera quedado ahí.

Veo en la libertad de los antiguos  justamente el pesimismo que ahora se cierne sobre nosotros. Grosso modo, podemos decir que, efectivamente, también hay una reflexión sobre la libertad antes del siglo XIX, pero con parámetros diferentes a los actuales. La libertad es un atributo de los que no son esclavos. Ello implica que podrán hacer uso de ciertas facultades. Por ejemplo, el derecho a la palabra pública (isegoría) en los griegos. Pero observo que una nube negra se mueve desde los estoicos en el camino de los hombres libres: la auténtica libertad es sólo la de la “ciudadela interior”, la libertad de espíritu, como máximo el libre albedrío tomista. En el exterior, cada clase o cada estamento delimitará su propio campo de autonomía dentro del rígido corsé de la colectividad. No hay una libertad generalizada gracias las normas y el individuo parece moverse dentro de una tupida red de imposiciones sociales (aunque quizás habría algunas sorpresas si aplicamos el microscopio).

La modernidad, por el contrario,  construye la libertad a través del Derecho (es el instrumento clave), la dota de generalidad y se interroga, por supuesto, sobre sus límites. Pero,  a mi entender,  presenta una seña fundamental: la vida como proyecto individual, ese “libre desarrollo de la personalidad”, como resumió nuestro constituyente. Ello reclama tanto una libertad negativa (déjenme en paz, laissez faire) como una libertad positiva (el respeto a mis propios objetivos). Por otra parte, en fin, es cierto que la libertad  accede al pódium de la discusión  política y cualquier régimen debe plantearse dónde va a situarla. El príncipe ya no está para cumplir en la tierra el designio divino, sino para garantizar y dejar espacio a la autonomía de los ciudadanos.

*

   2.-Hasta aquí, podríamos decir que todo iba bien (aunque con muchos retrocesos y sustos, claro). Hasta que llegó la posmodernidad. De Miguel observa en el presente una tensión especial entre la libertad y la igualdad. Es cierto. El pensamiento igualitarista ha logrado ya éxitos relevantes e impensables hace sólo unos lustros. Por ejemplo, los cañonazos teóricos contra la meritocracia o la puesta en cuestión del derecho de propiedad privada. Fueron estos dos buenos  parientes de la libertad  y ahora están pasando un mal momento.

Ahora bien, a mi entender, el verdadero fantasma que recorre el libro es el de la demanda de seguridad. No siempre lo expresa el autor con estas palabras, pero  percibo que hay algo que le molesta y que tiene que ver con lo que acabo de citar. Por ejemplo, anuncia la hipótesis de un mundo de prohibiciones menorescuya entidad no encajaría en la protección de los derechos fundamentales, pero que por su intensidad y alcance general podrían afectar al principio general de libertad” (p. 40). Prohibiciones que van a ser necesarias para proteger bienes públicos colectivos (y cita como ejemplos concretos la estabilidad presupuestaria, el medio ambiente o la propia salud). Anoto ahí, por cierto, que al Derecho Administrativo, que sufrió un transitorio adelgazamiento con los procesos de liberalización, le espera un futuro fabuloso. Incluso, vienen nuevos amigos a la fiesta, como por ejemplo los insidiosos nudges, las recientes formas de evangelización pública (y privada) y el florecimiento de la “burocracia del consuelo”. De todo ello da buena cuenta el libro.

Un mundo, pues, de “restricción de los derechos mediante categorías normativas más pragmáticas y menos garantistas” (p. 121). Un panorama, en definitiva, de libertad declinante y de exigencia creciente de seguridad, como si las grandes  construcciones conservadoras y reaccionales de las constituciones no supieran muy bien por dónde van los tiros.

Un pesimismo suave, como ya anticipé, pasea por el libro, aunque el autor formula algún regate en positivo que quizá podría desarrollar en el futuro. Por ejemplo, la referencia a un nuevo republicanismo que subrayaría los deberes cívicos y su ejercicio  activo (ciudadanos comprometidos en los deberes tributarios y de defensa nacional, además de en la educación, en la protección del ambiente o en el trabajo). Una reinvención contemporánea que, como de Miguel advierte, no puede hacerse en contra de la libertad.

**

   3.- Una consideración final. Como se dice en estos tiempos, el libro muestra una agenda oculta. Se trata de evitar que la libertad, esa idea que se ha ido describiendo, “se deshaga como consecuencia de la aplicación de la dialéctica adanista” (p. 119). El análisis histórico se impone y el libro es,  sin duda, un breviario bajo ese patrón evolutivo. Es más, acertadamente va recordando el autor que hay que navegar incluso río arriba, mucho más lejos en el tiempo de la modernidad liberal y sus cuitas. Un difícil objetivo entre nosotros ya que, según me cuentan, hay que recordar a los muchachos que nuestra historia empezó en 1812 (y eso siendo generosos).

LIBERTAD: UNA VISIÓN PSICOLÓGICA (Fuente: aquí).

***

 

 

Diarios dispersos. La opción forzosa del animal político.

         Bartleby aseguraba que Josu de Miguel debía cambiar el título de su reciente libro. Así, “Libertad: historia de una idea” había de trocarse en “Libertad: historia de una ficción”. En efecto, mi impertinente amigo (o, mejor dicho, mero conocido) está muy influenciado por la creciente doctrina científica que niega el libre albedrío. Afirma que es indiscutible que, un segundo antes de que ocurra cualquier cosa, ya están prestos para dispararse todos los vectores de causas con sus respectivas fuerzas, de tal manera que sólo es posible un resultado. En concreto, el que produzca la intersección de flechas de ese momento. Creo que decido voluntariamente que voy a pedir fresas de postre, pero eso es únicamente un producto inevitable de mi herencia genética, de mis informaciones previas, de la disposición de las papilas gustativas en ese instante, etc. Sólo cabe  esa elección.

         Le digo que me parece impecable su razonamiento y le animo a acercarse al primer minuto de la historia humana, allí donde estaba en potencia todo lo que ha ocurrido y todo lo que va a ocurrir. Pero le añado que eso no cambia en nada el debate sobre la libertad que relata Josu de Miguel. Se queda pensando y, no obstante, asegura que su precisión le permite situar al pensamiento político en el campo de las grandes construcciones poéticas, como Borges hacía con la teología, con la mitología y, posiblemente, con casi toda la filosofía.

***

Notas  relacionadas: Diarios dispersos. Arqueologías.

Diarios dispersos. Arqueologías.

            Prosigo, a salto de mata, la lectura y relectura del libro de Josu de Miguel sobre la historia de la idea de libertad. Tengo la sensación de que el partido se juega en los dos primeros epígrafes: la libertad de los antiguos y su comparación con la libertad de los modernos. Desde luego, no es fácil resumir la noción vieja de la libertad, perdida en el tiempo. Anoto dos ideas fundamentales: la libertad como estatus (o libre o esclavo) y la presencia de algunas manifestaciones concretas e incluso aisladas: la parresia y la isegoría en los griegos, los derechos y deberes políticos en Roma, etc. Ahora bien, estas  expresiones estaban atadas a la fuerza de la colectividad, a las reglas y proyectos solidificados en la comunidad política.

            Rechazaban la tiranía, ciertamente, pero no la inserción de cada uno (con deberes muy concretos) en la actuación unitaria de la polis o de Roma. De ahí que, a menudo, aquellas gentes intuyeran la relevancia de la libertad interior, del espíritu declarando su autonomía sagrada incluso frente al martirio (en Sócrates o en San Pablo, por ejemplo) o frente a las inclemencias del mundo. De esto último nos dejó un verso maravilloso Joan Margarit, aludiendo a  “la campanya/d’hivern de Marc Aureli a les planúries/gelades de les ribes del Danubi. /Allà escrivia sota del capot/i voltat per la xusma militar,/ sobre l’oblit i la malenconia”.

***

Artículos relacionados:

Diaris dispersos. Primeres converses amb la dona de Lot.

*