1.-Una de los repetidos argumentos de los defensores del mal llamado «lenguaje inclusivo” consiste en recordar la relevancia que tuvo la fórmula tradicional de inicio de discursos o de programas televisivos: “¡Señoras y señores…!”. Una expresión con doblete y con las féminas en primer lugar. Un antecedente perfecto de la liberación.
Ahora bien, lo cierto es que esa vibrante entrada pretende simplemente dotar de énfasis a la presencia de mujeres. Tiene, es verdad, algo de aquella educación paternalista (aquellos gestos caducos que hacían a menudo la vida más fácil). Pero no nos perdamos y sigamos con esa idea de realce, de mayor intensidad. Es importante porque, si ya a lo largo del discurso o del programa televisivo voy a duplicar constantemente todos los sustantivos, voy a perder ese subrayado, esa llamada de atención.
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2.-Veamos, por ejemplo, el poema “En el castillo de Luna”, de Jaime Gil de Biedma. En él se describe la vida de un prisionero político que sale al fin de la cárcel. He aquí un fragmento:
“En abril del treinta y nueve,
cuando entraste, primavera
embellecía la escena
de nuestra guerra civil.
Y era azul el cielo, claras
las aguas, y se pudrían
en las zanjas removidas
los muertos de mil en mil.
Ésta es la misma hermosura
que entonces abandonabas:
bajo las frescas acacias
desfila la juventud,
a cuerpo –chicos y chicas-
con los libros bajo el brazo.
Qué patético fracaso
la belleza y la salud.
Y los años en la cárcel,
como un tajo dividiendo
aquellos y estos momentos
de buen sol primaveral,
[…]”
El uso de “chicos y chicas” crea un efecto de variedad, de juego, incluso de color y de movimiento, que contrasta con la experiencia de la reclusión. La pincelada se habría borrado si, unos versos antes, hubiera que haber dicho “los muertos y las muertas de mil en mil”. Es esa duplicación imprevista y no forzada lo que funciona como magnífica figura retórica.
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3.-Lo mismo observé, hace unos días, en el bello poema que Marcel Riera compuso para el día mundial de la poesía de este año:
“Sortint de l’institut
En colles pujaven per la riera, nens i nenes
tornant de l’institut, amb el mòbil a la mà
i la motxilla a l’esquena, gairebé sense esma
però empesos per l’ànsia d’assaciar la gana.
Duien escrit a la cara que amb les classes
del matí no en tenien prou, i que a la tarda
hi hauria la torna del francès, o la música.
Esverats cap a casa, cap als turons i la vida”.
Toda la gracia del barullo –casi ves correteando a los “nens i nenes”- se vendría abajo si hubiera que escribir luego “empesos i empeses” i “esverats i esverades”. Bueno, la verdad es que no sé por qué me fijo en estas minucias para seguir con la crítica a unos modos de hablar toscos, feos, insensibles.
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Artículos anteriores:
.-Sábados exclusivos. Si es decisivo, dejémonos de gaitas.
.-Dissabtes exclusius. Primer inventari d’estralls.