
Aporto aquí algunas nociones introductorias sobre la responsabilidad administrativa.. Conviene leer previamente este ejemplo práctico:
Accidente de moto por culpa de la vía. ¿Es éste tu caso?*
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Entre calles, ordenanzas y libros.

Aporto aquí algunas nociones introductorias sobre la responsabilidad administrativa.. Conviene leer previamente este ejemplo práctico:
Accidente de moto por culpa de la vía. ¿Es éste tu caso?*
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Foto: Encyclopedia Britannica*.
La mayoría de familiares y amigos que leen este cuadernillo consideraron excesiva mi demanda de responsabilidad * al Decano de la Facultad de Ciencias de la Información de la Complutense ante el discurso de una alumna que, desde el primer momento, se presentó bajo el manto de la máxima calificación académica dispensada por esa institución. Pero, como digo, mis lectores opinaron que me había embalado y que casi había convocado en el 2023 el honor sagrado de los samuráis en el aula magna de la Complu.
Sin embargo, mi buen amigo Josu de Miguel reactivó mi esencia nipona con este magnífico párrafo de las Diligencias de ayer, en El Mundo (que es el lugar que nos permite encarar con sentido los lunes):
“Ahora bien, tengo para mí que hoy la falta de responsabilidad es regla como consecuencia del modelo comunicativo que imponen las redes sociales. Dicho modelo implica un consumo de acontecimientos y noticias durante las 24 horas del día. La dificultad para fijar agendas informativas de una manera ordenada en una opinión pública dispersa permite al político en apuros, con la ayuda del misterioso algoritmo y otros caraduras profesionales, organizar una irresponsabilidad a su medida.”
Es decir, por un lado tendríamos la vieja prensa, aquel cuarto poder que ordenaba el mundo cada mañana: nacional, internacional, sucesos y necrológicas, economía, deportes y cultura (hay variaciones en las filas). Ciertamente, es un modelo en crisis, por muchas razones que ahora no vienen al caso. Pero las redes sociales muestran a menudo el típico comportamiento de la jauría: basta subir a un árbol y esperar que el nerviosismo de los perros acabe llevándoles a otro lugar o, sencillamente, lanzarles un hueso de despiste en el momento adecuado. El único remedio es, como dice el artículo, la responsabilidad penal (o la contable, o la tributaria…), pero éstas tienen reglas diferentes, ritmos propios y muchísimos ámbitos vacíos. El título del artículo de De Miguel era “¿Qué fue de la responsabilidad política?”. Y me pregunto, con el autor, si no estamos ante otro cadáver, convenientemente amortajado, de la democracia liberal.
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